martes, diciembre 14, 2010

Malone Dies

Tenía de Samuel Beckett la idea de un escritor exigente, sesudo, hermético. Nada había leído de él hasta que una novela suya cayó hace poco en mis manos.

Malone Dies gravita en torno a los ecos de una vida ruda, desesperada, símbolo de la cruda condición humana en una Irlanda pobre y embrutecida, recreada a través de la memoria de un viejo moribundo confinado en una cama, aferrado a sus recuerdos como últimos vestigios de una identidad en proceso de descomposición. El resultado es un ejercicio de fragilidad y, al mismo tiempo, de resistencia, esa contradicción que anida en lo más profundo de la condición humana.

Según el relato avanza y el desenlace se aproxima se hace más y más difícil prolongar la lectura del libro más allá de diez o doce páginas a un tiempo. Pero tan pronto se interrumpe uno se emplaza para el momento en que volverá sobre él, tal es la naturaleza adictiva de un discurso, que aunque obsesivo, ensimismado e inconexo –o precisamente por ello-, rezuma verdad. Nos guste o no, nos duela más o menos, no queda otra opción que reconocerse en lo que en él se cuenta.

La novela refleja al ser humano en la recta final de una vida, reducido a su condición más esencial, apuntalada en la soledad, la incertidumbre y los recuerdos, antes de desvanecerse para siempre.

Una lectura tan vital nunca resulta fácil; de ahí la tentación, siempre, a refugiarse en discursos más livianos o engañosos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha interesado tu comentario,mucho.No estaba al tanto de esta novela . ¿Puedes ampliar algo más: editorial,fechas ,etc. para que pueda acceder a ella? Gracias.

Il Gatopando dijo...

La más reciente edición de "Malone muere" fue publicado por Alianza Editorial en el año 2002. Beckett es también el tipo de autor cuyas obras se suelen encontrar en las librerías de lance.

Anónimo dijo...

Quizás son los libros en los que pensamos cuando no estamos leyéndolos los que más nos cambian por dentro.
Esa urgencia tan familiar por seguir leyendo más allà de la necesidad que nos pueda crear su argumento es en ella misma un placer. Lo sentí en la lectura de Trilogía de Nueva York (P.Auster).