lunes, abril 29, 2013

Túnel

Solo se veía túnel al final de la luz.

viernes, abril 26, 2013

I Congreso Geoestratégico Planetario

Imagen de la delegación española, con su presidente de gobierno al frente, captada en el momento de su acceso al salón plenario del I Congreso Geoestratégico Inter-Planetario, que se celebra en Singapur, en el que los máximos líderes mundiales debaten sobre los principales retos que el mundo afronta en el siglo XXI y las posibles estrategias a emplear. 



La ponencia encargada a la delegación española -que en la sesión vespertina de la segunda jornada seguirá a la de "Capacidad de adaptación de la biosfera: perspectivas y riesgos ante una perspectiva de crecimiento económico indefinido", presentada por la primera ministra noruega- versará sobre las posibilidades que las variantes del doble pivote y del trivote defensivo ofrecen como herramienta en la aplicación de la táctica del fuera de juego, también conocida como "achique de espacios".

martes, abril 23, 2013

Signo de progreso

!Hay que ver lo cutres que eran nuestros abuelos, que se veían forzados a emigrar en lugar de a moverse exteriormente como nos pasa a sus nietos!

sábado, abril 20, 2013

Una constante vigilancia es el precio de la libertad

"-Una constante vigilancia es el precio de la libertad-. No hay duda, pero como sucede con todas las obviedades, ésta ofrece una escasa guía práctica. ¿Vigilar a quién? Una posibilidad es delegar la propia defensa en la apatía colectiva, en la figura del político como héroe. He tratado de argumentar que éste es un modo de preservar la libertad castrándola, que hay más esperanza en la recuperación del concepto clásico de gobernanza como un esfuerzo constante por educar a las masas. Seguirá habiendo errores, tragedias, juicios por comportamientos impropios, pero habrá también beneficios por el regreso desde la alienación general a un genuino sentido de comunidad. La sentencia de Sócrates no contiene la historia completa de la libertad en Atenas".

M.I. Finley, Democracy Ancient and Modern (1973) (Cita inluída en el libro "The Classical World. An Epic History of Greece and Rome", de Robin Lane Fox. Penguin. Pgs. 123-24).

El dilema planteado por Finley resume a la perfección el grave error cometido por la democracia española tras su instauración a la muerte de Franco. La sociedad, sea por ignorancia, por ingenuidad, por falta de cultura democrática o por comodidad, se lavó las manos y -a través del voto como máxima y casi única obligación democrática- depositó en exclusiva su destino en los políticos. Éstos, viéndose con las manos libres, construyeron un sistema a su medida -en buena medida captado sin oposición por la élite empresarial y financiera- cuyo blindaje la propia ciudadanía se ve hoy incapaz de desmontar cuando se ve claramente perjudicada por él. La sociedad se dejó arrebatar un poder que ahora no está en condiciones de recuperar.

Entonces no fuimos capaces de ver un problema que, como demuestra Finley, ya se suscitó en Atenas hace dos mil quinientos años. Por si acaso, nuestras autoridades relegan -por inútil y desfasado- el estudio de las civilizaciones clásicas... No vaya  ser que su conocimiento contribuya a que sus súbditos aten cabos.

A menudo me he preguntado por qué, vista la debacle en que nos encontramos y que compartimos, no hay un debate serio, riguroso, profundo y desprejuiciado acerca de cuáles son los motivos que tradicionalmente han lastrado el progreso político, social y económico en los países del sur de Europa. Pues bien, el magnífico artículo de opinión -Lo malo del Sur- del escritor Adolfo García Ortega publicado hoy en El País contiene unas cuantas claves al respecto que, pienso, merecen ser tenidas en cuenta.

martes, abril 16, 2013

Brotes verdes - leyendas urbanas IV

Que esta vez sí, que en esta ocasión era diferente, aseguraban


que en absoluto era como otras veces en que los augurios se habían demostrado falsos, equivocados


por eso él los buscaba y buscaba, y se preguntaba si eran aquellos los tan deseados y de nuevo anunciados

brotes verdes

sábado, abril 13, 2013

To the Wonder

Una película de Terrence Malick, aunque supuestamente fallida –al menos a tenor de determinados comentarios más o menos especializados con motivo de su estreno en nuestro país, los cuales se hacen eco de la mezcla de aplausos y abucheos que recibió durante su presentación en el Festival de Venecia del pasado año-, contiene, en mi opinión, más elementos de interés que las obras maestras de muchos directores del cine actual. Al menos, con Malick tengo garantizada la apuesta por el riesgo, una indagación sin red en la condición humana y la búsqueda constante de un lenguaje propio. Tal era mi disposición cuando entré en la sala de cine para ver –experimentar, quizás sea una expresión más ajustada- To the Wonder (en esta ocasión los responsables no parecen haberse molestado en traducir un título que tiene una muy difícil plasmación en castellano).

A estas alturas es ya bien sabido que la expresión “ponerse al servicio de un director” en ningún caso tiene para los actores un sentido más literal que en el de aquellos que lo hacen con Malick. Abundan los ejemplos de actores y actrices, en algunos casos de relumbrón, que rodaron para él sin quedar el menor rastro de su trabajo en la obra una vez montada. Por supuesto, no es un capricho y tampoco parece que les desmotive ante la posibilidad de trabajar con él, más bien al contrario. Y es que cuando acuden a la llamada del director tejano los actores no se ponen al servicio de una trama ensamblada con mayor o menor acierto sino al servicio de una visión.

Así, en To the Wonder la pareja formada por Ben Affleck y Olga Kurylenko –un actor y una actriz que al menos hasta ahora no han destacado por su fuerza expresiva- más que protagonizar, se ven envueltos en un apabullante, por lo sugerente, torrente visual y sonoro de gran belleza y sensualidad, en el que ejercen de contrapunto breves apuntes al modo de reflexiones íntimas que verbalizan para el espectador la esencia de sus sensaciones y emociones, la naturaleza de su arrebatadora felicidad pero también de su desencanto. El espectador nunca ve a los dos miembros de la pareja sobre los que gravita la película hablar entre ellos, sino solo consigo mismos o como oyentes o testigos –siempre de forma fugaz- respecto de terceras personas. Su comunicación no es verbal y la película carece de diálogos, una apuesta formal incluso más atrevida e innovadora que en el caso de algunos recientes y celebrados ejemplos de recuperación del discurso propio de las películas de cine mudo.

Que el discurso de Malick solo atiende a su propia lógica y no tiene ninguna aversión al riesgo lo demuestra el hecho de que una película producida en Estados Unidos esté rodada en inglés, francés, español e italiano simultáneamente, algo insólito dada la aversión casi patológica que la cultura de aquel país –no digamos ya su industria del entretenimiento- tiene hacia otras lenguas distintas de la suya, al margen del severo contratiempo que algo así representa a al hora de evaluar sus expectativas en la taquilla.

La presencia del castellano en la película se debe a la participación de Javier Bardem en una trama paralela, secundaria, encarnando la figura de un sacerdote que duda de su fe y que, al igual que en el caso de la pareja protagonista, se expresa -en inglés como ministro de Dios y en español como ser humano- principalmente a través de su voz interior, en la forma de breves pasajes de un monólogo interrumpido en el que plasma sus tribulaciones. Si bien pretende servir de contrapunto a la experiencia de la pareja protagonista –las variaciones del amor entre seres humanos, por un lado, y del amor entre éstos y Dios, por el otro- su encaje es quizás el punto más controvertido de la película.

To the Wonder contiene una reflexión o, para ser más precisos, una exploración, –que, gracias al formidable bagaje y a la visión única de su director, aspira a que sea asimilada por el espectador en forma de experiencia hipnótica- sobre el amor y el desamor. De la mano de sus protagonistas experimentamos tanto el arrebato, su intensa dicha, como las dudas, la rabia y el desencanto que a menudo le sucede. Nos ofrece, en definitiva, un tratado en clave poética sobre el potencial y las carencias, sobre el misterio de la condición humana insertada en un entorno que la condiciona, el cual, como es habitual en Terrence Malick, se erige una vez más en protagonista de pleno derecho.


miércoles, abril 10, 2013

Dilema / Dilemma

Se concluyó que perder a los europeos era el precio a pagar a fin de salvar al euro.


It was concluded that giving up the Europeans was the prize to pay in order to save the euro.

lunes, abril 08, 2013

temblores

se detectaron temblores
hubo desprendimientos
alarmados, los expertos evaluaban
indicios de actividad sísmica
en el subsuelo de la monarquía

viernes, abril 05, 2013

Cómo los ricos destruyen el planeta

A excepción del instinto de la propia conservación, la propensión a la emulación es probablemente el más fuerte y persistente de los motivos económicos. Las necesidades no son infinitas, superado cierto nivel vienen estimuladas por el juego social. El objetivo esencial de la posesión de riqueza sería, por tanto, exhibir los signos de un estatus superior y el motor central de la vida social la rivalidad ostensiva que apunta a exhibir una prosperidad superior a la de sus pares. La división de la sociedad en capas estimula la rivalidad general ya que cada estrato social acepta como ideal el esquema general de la vida que está en boga en el estrato superior más próximo y dedica su energía a vivir con arreglo a dicho ideal. Una visión similar sería aplicable a escala planetaria donde se da una emulación entre países ricos y pobres. Dicha tesis, tomada prestada de la obra Teoría de la clase ociosa, del economista Thorstein Veblen, constituye la base de la obra “Cómo los ricos destruyen el planeta”, escrita por el periodista francés especializado en temas medioambientales Hervé Kempf.

La obsesión por el crecimiento económico, hoy en boga, reside en que permite elevar el nivel general de la riqueza y, por tanto, mejorar la suerte de los pobres sin necesidad de modificar la distribución de la misma. Ello pese a que desde los años setenta del pasado siglo se constata que el crecimiento ha venido acompañado de un aumento de las desigualdades además de un progresivo deterioro del medio ambiente. Pero el crecimiento no se critica –al contrario, se lo implora- porque permite que las sociedades acepten desigualdades extremas sin cuestionarlas, lubrica el sistema sin modificar su estructura.

Sin embargo el crecimiento ilimitado choca con la habitabilidad en un planeta finito, de ahí la imposibilidad de sostenerlo en el tiempo sin provocar una degradación de los recursos de la biosfera. Y de ahí la necesidad cada vez más acuciante de cambiar los estándares culturales del consumo ostensible en favor de un decrecimiento material. Algo impensable sin el concurso activo de la oligarquía mundial.

Antes al contrario, como respuesta a las crecientes turbulencias que nacen de la crisis ecológica y la crisis social mundiales, y a fin de preservar sus privilegios, la tentación por parte de la oligarquía consiste en debilitar el espíritu y la forma de la democracia. A tal fin se vale de coartadas: la amenaza del terrorismo, la necesidad de seguridad, de una vigilancia integral, además de la criminalización de toda oposición política y la domesticación de los medios de comunicación. Una dinámica acentuada tras la caída del Muro de Berlín y la creciente disolución del paradigma que hasta entonces asociaba libertad y capitalismo.

A fin de revertir la situación, y parafraseando a Hans Jonas, es necesario tomar medidas que el interés individual no se impone espontáneamente y que difícilmente pueden ser objeto de una decisión en el proceso democrático, esto es reducir el consumo material y aceptar la automoderación de la humanidad. El riesgo evidente es que un poder autoritario use la necesidad ecológica para restringir libertades sin resolver el problema de la desigualdad: emergencias por epidemias, por accidentes nucleares, contaminación, gestión de emigraciones provocadas por el cambio climático…

En última instancia, lo que hace posible el despotismo es el individualismo, el repliegue sobre uno mismo, el olvido de sus conciudadanos. Esto es en definitiva lo que promueve el capitalismo: la búsqueda individual del propio interés, pretendiendo que la suma de las conductas individuales conduce al bienestar general. Para tratar de evitar la crisis es necesario, según Kempf, revitalizar la democracia, legitimar la preocupación por el bien público y recuperar la idea del destino colectivo. Es necesario un anclaje de lo social en la ecología, una articulación del imperativo de la solidaridad y la disminución del consumo y la reafirmación de una existencia digna en libertad.



martes, abril 02, 2013

El estímulo monetario en San Agustín

El profesor Wilhelm van Strüdl, el más destacado representante de la escuela del surrealismo económico -hoy en alza- y eterno candidato al Premio Nobel acaba de publicar su última obra: El estímulo monetario en San Agustín: La deuda como gozosa penitencia. En ella, con su probada erudición, analiza la estrecha relación histórica existente entre el sentimiento de culpa y la política fiscal expansiva. Apoyándose en la teoría de la constricción generosa de Emil Popov, el profesor van Strüdl demuestra que la variación de la autoestima en los primeros años de vida de sus habitantes sería una condición determinante a la hora de explicar las coyunturas de inflación de dos dígitos características de las economías de ciertos países cristianos.

Su obra avanza asimismo inquietantes interrogantes acerca de la posible relación entre el vello corporal y la reducción del déficit que el profesor van Strüdl se compromete a desarrollar en una próxima obra que se titulará: Economicismo hirsuto.