domingo, noviembre 02, 2025

Cartas luteranas, Pier Paolo Pasolini

 Con motivo, hoy, del 50 aniversario del asesinato de Pier Paolo Pasolini, recupero la reseña sobre sus cartas luteranas que en su día escribí para espacioluke.

Como su mismo título indica, un espíritu de ruptura y de reforma anida e impulsa la colección de artículos escritos por Pier Paolo Pasolini publicados en la prensa italiana a lo largo de 1975, apenas unos meses antes de su turbio asesinato acaecido en el mes de noviembre del mismo año.

Ruptura con el viaje emprendido por la sociedad italiana a partir de los años sesenta de la mano de una Democracia Cristiana hueca, huérfana de ideología, asentado su poder en la satisfacción de valores propios de la pequeña burguesía –no muy distintos de los cultivados por el régimen fascista- y en una novedosa e imparable cultura del consumo sustentada en el imperio del hedonismo.

Pasolini se erige en portavoz, en acérrimo defensor de las subculturas populares de raigambre campesina y proletaria que están siendo arrasadas por la nueva “ideología”, al tiempo que denuncia la confusión y el empobrecimiento que semejante proceso conlleva, el desarraigo que produce en sus miembros la suplantación de costumbres arcaicas, bien arraigadas, que dotaban de carácter y de sentido a sus comunidades, en beneficio de una aspiración que es fiel reflejo de un instinto pequeño burgués.

En tal sentido, cabe tildar a Pasolini de reaccionario, algo de lo que él mismo se hace eco en el subtítulo de su obra: El progreso como falso progreso. No todo lo nuevo es bueno, y no debe ser aceptado sin más por su condición novedosa sino sólo después de ser sometido a un juicio crítico. Una máxima perfectamente válida hoy día en que cualquier novedad viene rápidamente asumida por la sociedad gracias, en buena medida, al interés de sus promotores envuelto en efectivas estrategias financieras y publicitarias.

Entonces, los peones al servicio del poder a la hora de introducir los cambios y facilitar su acogida acrítica por parte de la sociedad eran la enseñanza obligatoria y la televisión, auténticos caballos de batalla contra los que se lanza Pasolini, consciente de que el nuevo sistema de valores basado en el consumo no admite alternativas, como tenemos hoy la oportunidad de corroborar. En este sentido Pasolini se erige en una figura visionaria, capaz de advertir la magnitud del cambio que se está produciendo y de su naturaleza irreversible.



De ahí su desesperación y la virulencia de sus ataques dirigidos a los jerarcas democristianos quienes, sea por desidia, por incapacidad, o bien de forma consciente, legitiman y promueven un fenómeno que Pasolini califica de genocidio social y cultural. Sus críticas se hacen extensibles a la cúpula del poderoso Partido Comunista Italiano (PCI), al que hace co-responsable del proceso al asumir la estrategia del compromiso histórico con la Democracia Cristiana por el que a cambio de cuotas más amplias de poder renuncia a la posibilidad de erigirse en una alternativa real al sistema promovido por ésta. Un ideal que a partir de entonces quedará sólo en manos de fuerzas extraparlamentarias y que derivará en el ejercicio de la violencia como respuesta a la estrategia de la tensión promovida desde los aledaños del poder durante los dramáticos años de plomo.

La única esperanza reside, según Pasolini, en los jóvenes que abrazan el espíritu, que no la política, del PCI y que no se han visto contaminados por el compromiso alcanzado por su cúpula dirigente una vez, desengañada por la experiencia del realismo soviético, renunció a su proyecto de creación de una sociedad alternativa a cambio de un plato de lentejas en forma de vaga defensa de los derechos civiles.

La rabia, la frustración de Pasolini ante la deriva a la que se ve condenada la sociedad italiana por los cambios de los que él es testigo y las virulentas invectivas en que se plasma dirigidas hacia aquellos representantes del poder que él considera máximos responsables y para quienes exige un proceso, pudieron equivaler a su condena. Queda también patente en sus escritos su desesperación ante la incomprensión que su análisis provoca en intelectuales a los que él invoca: Moravia, Calvino. Consciente asimismo de sus propias carencias, apela a expertos que le ayuden a estructurar su pensamiento que él desgrana impulsado por la intuición y la observación, a fin de dotarlo de una mayor consistencia, de un rigor metodológico.

Todo ello adquiere aún mayor dramatismo con la perspectiva que nos da el saber que se produce en las vísperas de su inquietante y, nunca suficientemente aclarado, asesinato. Pero es sobre todo a la vista de la terrible deriva en la que ha caído la sociedad italiana, un fenómeno que nadie puede descartar que un buen día atraviese los Alpes como hace bien poco anunciaba Umberto Eco, que las palabras de Pasolini cobran un tono profético: la destrucción de las culturas populares, de sus códigos y valores, la desideologización de la sociedad, el imperio del consumismo, son procesos todos ellos que facilitan la manipulación ante la ausencia de referentes que no emanan desde el mismo poder, y de ahí la creciente sensación de extravío a que da lugar… Leídas desde nuestro país transcurridos treinta y cinco años desde su concepción las Cartas Luteranas de Pasolini no es que mantengan su vigencia, es que producen escalofríos.


lunes, octubre 27, 2025

Diarios: A ratos perdidos 5 y 6, Rafael Chirbes

 

El tercer y definitivo volumen de los diarios de Rafael Chirbes: A ratos perdidos 5 y 6, refleja con profusión de detalles la decadencia física del escritor valenciano con la publicación y el éxito de crítica de sus dos últimas novelas: Crematorio y En la orilla, que a la postre apuntalarían su reconocimiento, como telón de fondo. Un espaldarazo al que él asiste más como testigo que como protagonista, enfrascado en los pormenores de una vida cotidiana un tanto aparatosa, las exigencias de una salud ya quebradiza, y parapetado tras un carácter escéptico y atormentado. Es como si su proyección pública y la íntima transitaran por sendas paralelas que se tocan solo cuando debe hacer presencia en actos de promoción.

Los ocho años que abarcan las anotaciones recogidas en este tercer volumen, desde 2007 a 2015, ofrecen una amplia panoplia de sus quebrantos físicos: vértigos, mareos, erupciones cutáneas, toses recurrentes, claustrofobia, insomnio, pérdida de memoria, la depresión siempre al acecho, hasta que los síntomas se agudizan en los últimos compases del libro anunciando la enfermedad que pondría fin a su vida. Todo ello viene reflejado de forma testimonial pero recurrente a medida que Chirbes se esfuerza en aprender a convivir con sus crecientes limitaciones corporales y mentales. La dimensión física es, por tanto, una constante en los diarios, agudizada a su vez por la enfermedad de Paco, su acompañante en la casa de campo, una especie de protegido del escritor que se ocupa del mantenimiento de la vivienda, de quien este se hace cargo al caer enfermo dada su creciente dificultad para valerse por sí mismo, hasta su traslado a su pueblo natal en la provincia de Cáceres.

Los comentarios e implicaciones de las constantes vicisitudes físicas y médicas alternan con las anotaciones sobre sus numerosas lecturas. Chirbes es un lector voraz: novela, sobre todo, también ensayo, poesía, historia. Cabe imaginar el morbo que sus comentarios despertarían en el “mundillo” literario español a raíz de la publicación de sus diarios, y es que no es frecuente el poder conocer el parecer de un autor reconocido, sin ninguna clase de filtro, sobre libros publicados por autores vivos. Conocemos así también sus preferencias e influencias, a través de autores que se revelan recurrentes como Benito Pérez Galdós o Balzac, abarcando sus gustos desde los clásicos españoles y franceses (desluce un tanto la lectura que los abundantes y prolijos pasajes en francés no hayan sido traducidos, cabe pensar que por tratarse de transposiciones de otros libros publicados) hasta la novela centroeuropea del siglo XX, con incursiones en los más variados ámbitos literarios. Y es que lee sin descanso, en buena medida a fin de paliar la sensación de pérdida de tiempo que le aflige cuando no escribe, que se revela una constante en su vida.



Chirbes se revela un escritor tortuoso, inseguro, quizás por su autodidactismo, por su personalidad escéptica -las dificultades para sacar adelante su novela Crematorio es una constante en el segundo volumen de sus diarios-, un procrastinador temible, siempre temeroso de no concluir a tiempo breves ensayos que se ha comprometido a entregar, discursos que ha de pronunciar en sus apariciones públicas. Sólo en sus diarios parece mostrarse un tanto más relajado, aunque no siempre, los cuales concibe como un modo de continuar practicando la escritura mientras sus proyectos “profesionales” parecen siempre tambalearse. Aún así, cuestionarse el sentido de dichos diarios, que escribe con una pluma estilográfica cuyo sonido al rozar la superficie del papel parece relajarle en la madrugada, es una constante en él, sobre todo cuando se impone el transcribirlos en el ordenador.

Los problemas físicos, las lecturas, también películas que ve y piezas musicales que escucha, y sus avatares con la escritura, se ven punteados en los diarios por los comentarios sobre sus viajes y desplazamientos, sean por motivos profesionales o por placer, más frecuentes los primeros, sus escarceos sexuales, un tanto sórdidos, excesos cada vez más ocasionales con el alcohol, sus diatribas contra los gobernantes socialistas en quienes vislumbra el colmo del cinismo, también contra los dirigentes locales dedicados a arrasar su tierra, la Comunidad Valenciana, con esa prepotencia garrula cuyo ecosistema de podredumbre humana quedaría plasmado en sus dos últimas novelas, sin olvidar las evidentes insuficiencias de la transición española. Los momentos placenteros no abundan, si acaso los proporcionan, además de ciertas lecturas, películas y obras musicales, los animales de compañía, perros y gatos que pululan por una casa campestre cuyo mantenimiento se revela más y más exigente, en especial una vez su amigo Paco se ve impedido para dedicarse a ella.

A medida que los diarios avanzan, la soledad y el miedo a la muerte adquieren una corporeidad cada vez más difícil de sobrellevar, reflejados en sus episodios de asfixia, en su preocupación por la suerte que aguarda a los animales con los que convive, en ningún caso respecto a la consideración futura de si obra, de ahí que relativice el éxito de sus últimas novelas, tardío quizás, como si no acabara de creérselo y encontrara solaz en alguna crítica un tanto escéptica que lee entre tanta supuesta aclamación. Su visión aguda y desengañada de la vida nos es transmitida desde una actitud sencilla, pedestre, sin pretensiones, acorde con un bagaje familiar humilde y honesto al que nunca ha dado la espalda. Además de por su franqueza, como personaje de sus propios diarios, Rafael Chirbes termina por hacerse entrañable al lector, en buena medida, por su nula disposición a mostrarse como tal.

La reseña sobre el primer volumen de los diarios de Rafael Chirbes se puede leer aquí.

sábado, octubre 11, 2025

Actualización / Updating


Estoy actualizando las condiciones para el trato con mi persona.


I am updating the terms and conditions for dealing with me.


domingo, septiembre 28, 2025

Piedra filosófica



 Hermanos Chapuisat (2013)

miércoles, septiembre 17, 2025

egoísmo / selfishness

La idea en esta sociedad es que el egoísmo nos hermane, como si la suma de todos los egoísmos individuales se fuera a traducir en felicidad colectiva.


The idea in this society is that selfishness unites us, as if the sum of every single selfishness would translate into colective happiness. 


domingo, septiembre 07, 2025

viernes, agosto 29, 2025

Crimen y castigo

"Y ahora sé, Sonia, que quien sea fuerte y firme de pensamiento y de espíritu tendrá poder sobre los hombres. Para ellos, el más decidido es el que se carga de razón. Aquel que más desprecia es el que dicta las leyes ; el más osado tiene más derechos que nadie. !Así ha sido siempre y siempre será así. !Hace falta estar ciego para no verlo!"

La cita, extraída de Crimen y castigo, sintetiza la visión de su protagonista, Raskólnikov, un joven universitario que ha dejado sus estudios, y vendría a ser la idea que sostiene la trama de la novela a raíz del asesinato de una anciana usurera que él mismo comete, convencido de que son hombres superiores quienes no reparan en las consecuencias de sus actos por viles que estos sean. Esta clase de hombres no solo acaban saliéndose con la suya sino que su carácter decidido y falta de escrúpulos a menudo les permite ejercer influencia sobre los demás, es la materia de la que están hechos muchos líderes. Su crimen, por tanto, vendría a constituir una prueba para su propia personalidad, a fin de determinar si él pertenece a esa clase de hombres, no en vano se desentiende de los objetos y el dinero robado a la usurera. Tras una trayectoria agónica y desquiciada a raíz del crimen, Raskólnikov, sucumbe y confiesa, al fin no ha conseguido pasar la prueba. Que ello sea un triunfo o un fracaso, queda a la interpretación del lector.  

Es Crimen y castigo una novela provocadora, ambigua, llama la atención su extraordinaria vigencia en un momento como el actual, en el que líderes despiadados, que no solo prescinden abiertamente de cualquier principio moral sino que alardean de ello, son encumbrados por los electorados de sociedades consideradas como avanzadas. Personajes que parecen extraídos del molde mental que Raskólnikov ha expuesto en un artículo publicado en una revista y que a la postre trata de emular. Basta pensar en aquella controvertida declaración de Donald Trump en la que expresaba su convencimiento de que si él mismo asesinaba a alguien en la Quinta Avenida, la gente le seguiría votando igual.

Las circunstancias del protagonista de la novela se complican tan pronto comprende que su teoría encuentra una difícil plasmación en la práctica debido, en primer lugar, a la irrupción inesperada de la hermana de la usurera en el momento del asesinato, lo que le cuesta también la vida y, a continuación, por la influencia que su entorno ejerce sobre él da igual los esfuerzos que haga por zafarse de su madre, de su hermana, de su amigo Razumijin. Es Raskólnikov un personaje desconcertante, contradictorio, excesivo, siempre al límite a raíz de su crimen. Será en última instancia una mujer a la que conoce de forma imprevista, a quien ama en la medida de que alguien como él es capaz de querer a alguien, quien rescata en el asesino ese componente humano que él ha buscado aplacar, no en vano es a ella a quien acaba por confesar su crimen. 

El entorno de Raskólnikov ofrece un microcosmos de la sociedad en San Petersburgo en la segunda mitad del siglo XIX, haciendo hincapié en los estratos más humildes, en sus ambientes y condiciones más desesperadas y miserables, sin renunciar a los contrastes con capas más acomodadas, ofreciendo una perspectiva sobre la mentalidad, las relaciones de género así como sobre ciertos debates en boga en aquel entonces.

La grandeza de Crimen y castigo reside en su ambigüedad y profundidad, en el sentido de que Dostoievski evita aleccionar, en ningún momento parece decantarse por la opción ideal, si acaso aguarda hasta el epílogo para hacer una mínima concesión, dando al lector un rico contexto y libertad para que reflexione acerca de la relación entre el poder y la moral.