¿Quién hubiera pensado hasta hace muy poco tiempo que las esperanzas de Occidente acabarían depositadas en un hombre de 47 años de raza negra?
Hoy, Obama significa esperanza como sólo ocurre en la Historia en los momentos señalados. Dicen que Kennedy fue el último y no hace falta recordar cómo acabó.
El reto sería formidable en circunstancias normales, qué pensar ante la estela de sangre y de corrupción moral y económica legada por el presidente saliente.
Obama representa la oportunidad de un día constatar que estos últimos ocho años fueron "sólo" una pesadilla de la que se pudo despertar a tiempo.
Para que las cosas empiecen a cambiar desde el primer minuto, lo habrán de hacer también las mentalidades: un poco de autocrítica y de humildad por parte del hombre blanco occidental no estaría de más, para empezar, en lugar de anticipar la decepción por parte de esos agoreros que no supieron adivinar la catástrofe en la que nos hallamos sumidos.
¿Será Obama el adalid del cambio mental que exige el planeta o eso es pedirle demasiado?