Después de la crisis del PP y tras el accidente del avión de Spanair, ahora la toca el turno a la crisis económica. Y parece que ha venido para quedarse. Será interesante conocer la capacidad de aguante del respetable. Imposible enchufarse a nada sin que alguien esté opinando de la crisis de las narices. Hasta conectas la batidora y te parece escuchar la palabrita en el murmullo de la salsa mahonesa. Y luego nadie tiene ni idea. Si alguien de verdad supiera de qué va el rollo habría sido capaz de anticipar lo que se nos venía encima y ahora, ganada su credibilidad, le escucharíamos con atención. Los mismos señores Paulson y Bernanke, pocas semanas antes de arrodillarse (según dicen, literalmente) ante los congresistas para que apoyaran el plan de rescate millonario afirmaban que todo iba dabuten. El señor Bush (¿pero tan difícil es no acertar en algo, aunque sólo sea por simple cálculo de probabilidades?) hace ahora ocho años lanzó su carrera hacia la presidencia bajo el lema: conservadursimo compasivo (sí, sí, no es broma, nos queda la curiosidad por saber cómo habría sido la modalidad del conservadurismo egoísta e interesado) Por cierto, Mr. Bush reprochó también en un debate televisado a Al Gore que le parecía muy arrogante eso de intervenir e influir en los destinos de otras naciones (lo juro, lo juro, está grabado, no me lo he inventado).
Chicos y chicas, ¿la solución?: refrito de tertulianos a la vuelta de la publicidad.
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