Relegado por miembros más rutilantes de su generación –Palahniuk, Foster Wallace o los Jonathan: Lethem y Franzen-, la obra de Ethan Canin se mueve en parámetros más convencionales que los de sus colegas lo que quizás contribuya a explicar su relativo anonimato, al menos en nuestro país.
Del escritor californiano llama la atención su fascinación por los ambientes privilegiados de la costa este de los Estados Unidos contemplados a través de la mirada del narrador en calidad de testigo admirado –un enfoque ya empleado con éxito en su primera novela: De reyes y planetas- e involucrado, en el caso que nos ocupa, tras aceptar la tutela de una rica y poderosa familia de origen escocés que en un par de generaciones se ha labrado una enorme fortuna en la tierra de las oportunidades y se ha propuesto trasladar su poderío económico al ámbito político.
America America es una novela de contrastes -la cultura proletaria frente a los privilegios de la riqueza, los nobles ideales encarnados en la figura del senador con aspiraciones presidenciales al que la poderosa familia presta todo su apoyo en contraposición a sus miserias personales- y de paradojas: no importa lo nobles y justos que puedan llegar a ser los ideales públicos que se persiguen entran en conflicto con las debilidades más íntimas, ejemplificadas en la novela en la figura del senador Henry Bonwiller.
La ambición, la proyección del poder siempre hacia cotas más altas, los actos de explotación y de miseria moral sobre los que se asentaron las grandes fortunas de la costa este, serían otros de los temas que aborda la novela. El ascenso y caída de una joven y pujante dinastía americana encuentra su contrapunto no sólo en la humilde pero honesta familia del protagonista sino en los ideales de renuncia y de pureza extrema que caracterizan a la de la joven becaria que trabaja para el periódico que, años después, él acabará dirigiendo. Dicha familia reniega de cualquier trato de favor, por pequeño que sea, en comparación a la del protagonista que al aceptar en su día la tutela de los Metarey para su hijo quedaría de algún modo contaminada.
Es America, America una novela de concepción ambiciosa que se desenvuelve en distintos planos temporales y que bucea en variados ambientes de clase, por la que sobrevuelan ecos de las más influyentes dinastías americanas así como también Scott Fitzgerald y su Gran Gatsby: la imposibilidad del idealismo como ambición coincidiendo con el fin de una época, aquella en la que aún se creía posible la defensa de los intereses de la clase trabajadora desde la cúspide del poder político con el trasfondo de la guerra del Vietnam, a las puertas ya de la revolución conservadora que se materializaría a partir de los años ochenta. Pero la novela de Canin no acaba de transmitir la carga emocional que se le presupone, como si la amplitud del fresco, la propia ambición de la obra lo dificultaran o las flaquezas que exhiben sus personajes lastraran la capacidad de identificarse con ellos. Una novela de contrastes tan compleja, tan consciente de sus precedentes, requiere un manejo de los equilibrios casi milagroso a fin de ahuyentar el riesgo de caer en el estereotipo.
Del escritor californiano llama la atención su fascinación por los ambientes privilegiados de la costa este de los Estados Unidos contemplados a través de la mirada del narrador en calidad de testigo admirado –un enfoque ya empleado con éxito en su primera novela: De reyes y planetas- e involucrado, en el caso que nos ocupa, tras aceptar la tutela de una rica y poderosa familia de origen escocés que en un par de generaciones se ha labrado una enorme fortuna en la tierra de las oportunidades y se ha propuesto trasladar su poderío económico al ámbito político.
America America es una novela de contrastes -la cultura proletaria frente a los privilegios de la riqueza, los nobles ideales encarnados en la figura del senador con aspiraciones presidenciales al que la poderosa familia presta todo su apoyo en contraposición a sus miserias personales- y de paradojas: no importa lo nobles y justos que puedan llegar a ser los ideales públicos que se persiguen entran en conflicto con las debilidades más íntimas, ejemplificadas en la novela en la figura del senador Henry Bonwiller.
La ambición, la proyección del poder siempre hacia cotas más altas, los actos de explotación y de miseria moral sobre los que se asentaron las grandes fortunas de la costa este, serían otros de los temas que aborda la novela. El ascenso y caída de una joven y pujante dinastía americana encuentra su contrapunto no sólo en la humilde pero honesta familia del protagonista sino en los ideales de renuncia y de pureza extrema que caracterizan a la de la joven becaria que trabaja para el periódico que, años después, él acabará dirigiendo. Dicha familia reniega de cualquier trato de favor, por pequeño que sea, en comparación a la del protagonista que al aceptar en su día la tutela de los Metarey para su hijo quedaría de algún modo contaminada.
Es America, America una novela de concepción ambiciosa que se desenvuelve en distintos planos temporales y que bucea en variados ambientes de clase, por la que sobrevuelan ecos de las más influyentes dinastías americanas así como también Scott Fitzgerald y su Gran Gatsby: la imposibilidad del idealismo como ambición coincidiendo con el fin de una época, aquella en la que aún se creía posible la defensa de los intereses de la clase trabajadora desde la cúspide del poder político con el trasfondo de la guerra del Vietnam, a las puertas ya de la revolución conservadora que se materializaría a partir de los años ochenta. Pero la novela de Canin no acaba de transmitir la carga emocional que se le presupone, como si la amplitud del fresco, la propia ambición de la obra lo dificultaran o las flaquezas que exhiben sus personajes lastraran la capacidad de identificarse con ellos. Una novela de contrastes tan compleja, tan consciente de sus precedentes, requiere un manejo de los equilibrios casi milagroso a fin de ahuyentar el riesgo de caer en el estereotipo.
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