Es una película irregular, que carga quizás las tintas en su vertiente dramática, pero que derrocha energía, vitalidad y cuyo propósito resulta meritorio. Contiene, por ejemplo, una encendida defensa de la literatura como instrumento de higiene mental, como antídoto contra el cinismo al que parecemos abocados por los mecanismos de la sociedad de consumo.
Adrien Brody ejerce de protagonista absoluto -además de actor principal, en los créditos consta como productor ejecutivo- aunque secundado por actores de reconocido talento. Su responsable es Tony Kaye, una rara avis en la industria del cine que en su día dirigió American History X, película con la que El profesor guarda ciertos paralelismos -entonces fue Edward Norton quien llevó el peso de la película en la misma medida que ahora lo hace Brody-.
Por último, El profesor puede resultar útil para reflexionar acerca de las consecuencias que algunas medidas que hoy se están adoptando en nuestro país en torno a la educación pueden tener en el futuro, sobre todo en lo que concierne a esos colegios situados en las áreas más marginales y desfavorecidas, allí donde el tan ansiado mérito, no digamos la excelencia -da igual cuántas leyes se promulguen-, nunca pasa de ser una quimera.
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