"La nostalgia ya no es lo que era", así tituló su biografía Simone Signoret. Considero la nostalgia como un sentimiento noble que contiene como una dulce tristeza, fidelidad al pasado, añoranza quizás. Si en esas estás, te recuerdo aquella Ría del Nervión,de aguas espesas, casi sólidas, donde las angulas no podían crecer a causa de la contaminación. Los edificios estaban grises negruzcos por los humos de las chimeneas de Altos Hornos que atacaban nuestros pulmones más incluso que el tabaco. Ahora el Guggenheim brilla esplendoroso y se refleja casi nítido en las aguas de la Ría cristalina.
Bueno, Unknown -gracias por tu interés y por tus reflexiones-, aquel Bilbao es el que yo viví, el que experimenté. Me marché definitivamente de la ciudad justo cuando se construía el Guggenheim. Recuerdo -y puede que hoy suene de mal gusto- muchos comentarios acerca de la oportunidad de levantar aquel museo. La gente no parecía verlo claro en absoluto.
Y, sí, claro que recuerdo los condicionantes que hacían de Bilbao una ciudad dura, áspera, un tanto inhóspita. Pero al mismo tiempo la dotaban de una personalidad singular, fuerte, de un marcado carácter forjado en una cultura de base industrial.
Entiendo que quienes viven allí hoy se sientan más cómodos en un entorno agradable, que propicia el paseo y el disfrute de sus calles. Si bien llama la atención lo marcado del contraste. Pero a la vez tengo un poco la impresión de que la identidad de la ciudad se ha diluido. Hoy Bilbao es una ciudad más paragonable a Donostia o a Santander, por poner dos ejemplos cercanos
Pero volviendo a la nostalgia ya dijo alguien que uno es de allí de donde hizo el bachiller. Y Bilbao ha experimentado un cambio tan brusco que cada vez que vuelvo apenas veo el rastro de "mi ciudad". La transformación me hace sentir extraño, ajeno, apátrida y aquélla es ya solo fruto del recuerdo, de la experiencia.
Bilbao ha ganado cosas -evidentes, todos los medios llevan mucho tiempo haciéndose eco de ello: "el cambio de Bilbao como una historia de éxito", que para desgracia de Esapaña ha intentado ser replicada de forma atolondrada por muchas otras ciudades; incluso la propia Bizkaia cayó en la tentación con su proyecto de levantar otro Guggenheim en Urdaibai- infraestructuras culturales faraónicas en la mayoría de los casos sin una base que las sustente- con el resultado desolador que hoy concemos.
Pero lo que a mí me mueve es reivindicar lo que se perdió y rendirle homenaje. No niego que al hacerlo me reivindco también a mí mismo, al que fui y aún hoy soy. Impulsos propios del desarraigo, supongo, y de un ineludible cosquilleo que una y otra vez me empuja a ir contra la corriente.
Y, en último caso, en una tierra que pone tanto énfasis en la tradición, en las raíces, en los orígenes, nunca está de más como bilbaíno recordar de donde venimos.
3 comentarios:
"La nostalgia ya no es lo que era", así tituló su biografía Simone Signoret. Considero la nostalgia como un sentimiento noble que contiene como una dulce tristeza, fidelidad al pasado, añoranza quizás.
Si en esas estás, te recuerdo aquella Ría del Nervión,de aguas espesas, casi sólidas, donde las angulas no podían crecer a causa de la contaminación.
Los edificios estaban grises negruzcos por los humos de las chimeneas de Altos Hornos que atacaban nuestros pulmones más incluso que el tabaco.
Ahora el Guggenheim brilla esplendoroso y se refleja
casi nítido en las aguas de la Ría cristalina.
¿ A que suena idílico ?
Quizás tenía razón Simone Signoret.
Bueno, Unknown -gracias por tu interés y por tus reflexiones-, aquel Bilbao es el que yo viví, el que experimenté. Me marché definitivamente de la ciudad justo cuando se construía el Guggenheim. Recuerdo -y puede que hoy suene de mal gusto- muchos comentarios acerca de la oportunidad de levantar aquel museo. La gente no parecía verlo claro en absoluto.
Y, sí, claro que recuerdo los condicionantes que hacían de Bilbao una ciudad dura, áspera, un tanto inhóspita. Pero al mismo tiempo la dotaban de una personalidad singular, fuerte, de un marcado carácter forjado en una cultura de base industrial.
Entiendo que quienes viven allí hoy se sientan más cómodos en un entorno agradable, que propicia el paseo y el disfrute de sus calles. Si bien llama la atención lo marcado del contraste. Pero a la vez tengo un poco la impresión de que la identidad de la ciudad se ha diluido. Hoy Bilbao es una ciudad más paragonable a Donostia o a Santander, por poner dos ejemplos cercanos
Pero volviendo a la nostalgia ya dijo alguien que uno es de allí de donde hizo el bachiller. Y Bilbao ha experimentado un cambio tan brusco que cada vez que vuelvo apenas veo el rastro de "mi ciudad". La transformación me hace sentir extraño, ajeno, apátrida y aquélla es ya solo fruto del recuerdo, de la experiencia.
Bilbao ha ganado cosas -evidentes, todos los medios llevan mucho tiempo haciéndose eco de ello: "el cambio de Bilbao como una historia de éxito", que para desgracia de Esapaña ha intentado ser replicada de forma atolondrada por muchas otras ciudades; incluso la propia Bizkaia cayó en la tentación con su proyecto de levantar otro Guggenheim en Urdaibai- infraestructuras culturales faraónicas en la mayoría de los casos sin una base que las sustente- con el resultado desolador que hoy concemos.
Pero lo que a mí me mueve es reivindicar lo que se perdió y rendirle homenaje. No niego que al hacerlo me reivindco también a mí mismo, al que fui y aún hoy soy. Impulsos propios del desarraigo, supongo, y de un ineludible cosquilleo que una y otra vez me empuja a ir contra la corriente.
Y, en último caso, en una tierra que pone tanto énfasis en la tradición, en las raíces, en los orígenes, nunca está de más como bilbaíno recordar de donde venimos.
Saludos
Bonita regresión.
No conozco Bilbao. Todavía no sucumbí al efecto Guggenheim, pero algún día será.
Saludos.
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