Galileo Galilei, en casa, pendiente de si la Iglesia decide por fin quemarle o no en la hoguera, al mismo tiempo entreteniendo desconcertantes sueños premonitorios de que cinco siglos después extrañísimos artilugios espaciales lanzados desde la Tierra portarían su nombre.
1 comentario:
Muy chula esa "instalación", jaja.
Al menos no se escondía tras el visillo.
Saludos.
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