Publicada
originalmente en 2009, El día antes de la felicidad (Editorial Siruela) discurre
por territorios familiares para los lectores de Erri de Luca, como si en ella
el ya veterano escritor italiano ofreciera un compendio de los temas y situaciones
que han marcado sus novelas previas: Montedidio, Tres caballos, Tú, mío o Los
peces no cierran los ojos. No resulta difícil extraer aspectos concretos de
cada una de ellas que han encontrado reflejo en ésta.
El protagonista
de la novela es un muchacho huérfano que tiene como mentor a otro huérfano, en
este caso adulto: Don Gaettano, el portero del edificio donde vive, a quien
ayuda en sus tareas. Guiado por éste, siempre de forma sutil, discreta, el
chico enfrenta las circunstancias que marcan su paso a la mayoría de edad: el
descubrimiento del sexo con una vecina viuda, su amor hacia una enigmática mujer
que habitaba en el edificio cuando ambos eran niños y que irrumpe en su vida
después de mucho tiempo, y la rivalidad y la violencia catártica desatada por sus
sentimientos hacia ella que desembocan en el rito ancestral de la sangre como
prueba de madurez, lo que le acaba empujando a un precipitado exilio en el que
tendrá ya que valerse por sí mismo.
La acción se
desarrolla en Nápoles en los años cincuenta del pasado siglo cuando la ciudad parecía
al servicio del ejército norteamericano que la había elegido como principal
base en el Mediterráneo, si bien una y otra vez se retrotrae al final del
verano de 1943, a los días previos a la retirada del ejército alemán
coincidiendo con el levantamiento espontáneo de los napolitanos dirigido a
expulsar a sus ocupantes antes de la llegada de las tropas aliadas: el hombre judío
escondido y protegido por Don Gaettano en un sótano que tiempo después el
protagonista ha hecho suyo, los enfrentamientos callejeros contra alemanes y
fascistas, los bombardeos por parte de ambos bandos. Sea en una u otra época,
la ciudad y sus peculiares códigos se erigen una vez más en co-protagonistas de
la novela y conllevan una reivindicación del tantas veces denostado sur de
Italia e incluso de la españolidad de Nápoles.
De Luca
encuentra una vez más su inspiración en el neorrealismo: vidas sencillas,
humildes, centradas en la satisfacción de necesidades básicas, en actividades
–la pesca, la lectura, la comida, juegos de naipes, en particular el de la
escoba, el fútbol: el muchacho juega como portero- y en emociones esenciales con
un sentido universal –amor, camaradería, soledad, violencia-. Todo ello recreado
con su personal estilo: frases breves que nunca exceden el aliento de una
persona, máximas que iluminan sobre el sentido más primario de la existencia o
evocadoras respecto de las circunstancias que aborda, escenas cortas pero sin
divisiones que interrumpan la continuidad del relato, elipsis insertadas en las
conversaciones de sus lacónicos protagonistas. Bajo su engañosa apariencia de
sencillez la novela ofrece otro tratado de dignidad humana, ése que es ya seña
de identidad en la obra del escritor napolitano.
El día antes
de la felicidad, cuyo título remite al día previo a la primera cita con la
muchacha a la que idealizó en su niñez al tiempo que evoca el levantamiento
civil contra los ocupantes de la ciudad justo antes de su liberación, no
sorprenderá a los lectores familiarizados con la obra del autor de Tres
caballos. Habrá incluso quien sienta la tentación de tildarla de “refrito” dada
la ausencia de aportaciones novedosas aunque por la misma razón se demostrará efectiva
para quienes la elijan para iniciarse en la narrativa de De Luca.
Esta reseña también está disponible en el número de septiembe-octubre de espacioluke
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