Publicada
originalmente en 1950, apenas cinco años después de concluida la Segunda
Guerra Mundial, La piel transcurre en Italia durante dicha contienda
a medida que su territorio va siendo liberado por las tropas aliadas,
a las que el autor y narrador ha sido asignado como enlace al
servicio de altos oficiales del ejército de Estados Unidos. Desde
Nápoles, donde discurre el grueso de la acción, hasta Florencia,
pasando por Roma, Curzio Malaparte nos presenta un país destruido,
no tanto física como moralmente, y un pueblo, el suyo, desesperado,
hambriento, postrado. La mirada franca, limpia, de los oficiales del
ejército norteamericano y su abundancia de recursos contrastan con
las carencias y el cinismo de un pueblo envilecido tras años de
fascismo y de guerra.
Malaparte una y otra vez se empeña en explicar, en interpretar para sus superiores el sentido de todo aquello que ven y no entienden -que es casi todo-, ayudándoles a salvar el abismo mental que separa a los miembros de una civilización antigua arrasada de otra nueva y ajena. Episodios a menudo desagradables, grotescos, perversos, a la postre envueltos en un halo trágico, que el autor lo mismo desentraña para sus acompañantes que él mismo provoca, pues también él pertenece a ese pueblo humillado, derrotado, como revela el viejo uniforme que viste, rescatado del ejército británico y a duras penas adaptado tras la desbandada del ejército italiano y el consiguiente cambio de bando para luchar al lado de los aliados.
A través del ingenio y de la provocación, de su amplio y refinado bagaje cultural, de su experiencia adquirida durante la guerra y su aparente incontinencia verbal, el autor trata de redimir a su pueblo y a sí mismo a ojos de sus liberadores, ya sea despertando su curiosidad, causando su asombro, desafiando su incredulidad o provocando sus carcajadas, en ocasiones en las situaciones más dramáticas, al modo de un bufón ilustrado cuyo atrevimiento y narcisismo por momentos resultaría insoportable en caso de no proceder del miembro de un pueblo vencido.
Narrada en primera persona y en tiempo pasado por alguien llamado igual que el propio escritor, que a su vez aparece en la historia como el autor de Kapput, su otra novela ambientada en la misma contienda -los episodios más sórdidos, al modo de siniestras pesadillas, incluyendo aquel que inspira el título de la novela, remiten a las experiencias previas de Malaparte en el frente oriental-, La piel adquiere la forma de un testimonio en el que, pese a la continuidad de sus personajes principales, los hechos se suceden aunque sin llegar a entrelazarse a fin de conformar una trama.
Reflejo de la barbarie, del horror en un continente a la deriva, la lectura de La piel ha podido perder algo del componente provocador que sin duda impulsó su escritura pero resulta oportuna ahora que los aprendices de brujo amenazan con volver a campar a sus anchas, como si el orden internacional surgido tras la Segunda Guerra Mundial se pudiera modificar a capricho sin atender a las lecciones que nos legó la contienda ni prever sus posibles consecuencias.
2 comentarios:
La tenía aparcada en mi memoria. Recuerdo la fruición con la que nos la recomedábamos unos a otros a principios de
los 60, en aquella España árida y gris, en la que nos sentíamos excomulgados porque Curzio Malaparte, amigo del conde Ciano,
estaba en el Índice de Lbros Prohibidos por el Vaticano.
Recordarla y revivirla ha sido una grata experiencia. Y conserva intacto el interés que despertó en su momento.
Gracias, Gatopando. Saludos afectuosos.
Imagino que en aquel entonces su lectura debió de suponer una buena sacudida ya que no se habían traspasado muchos límites que hoy damos por sentado.
Tras escribir la reseña me vino a la cabeza un calificativo que creo que describe muy bien la pulsión que anida en Malaparte. Es un escritor "escabroso".
Gracias por molestarse en comentar.
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