“Pero solo me interesan los pasos que di en la vida para llegar a mí mismo”, afirma Sinclair, el narrador y protagonista de Demian, una de las obras más icónicas de Herman Hesse, una vez echa la vista atrás para contar su historia y acotarla. Estamos, por tanto, ante una novela de formación (bildungsroman), si bien peculiar en su concepción y en el desarrollo del rito de paso -la necesidad de exponerse al lado oscuro, a lo prohibido, de integrarlo, como un medio para alcanzar la luz, la plenitud- que permite al protagonista alcanzar un nivel superior de conciencia a través de la auto exploración.
Una novela edificada sobre la dualidad, o la tensión bipolar entre realidad y sueño, luz y oscuridad, dios y demonio, música y pintura, acción y pensamiento... una dualidad plasmada también en la tensión entre Kromer y el propio Max Demian, los dos personajes contrapuestos con los que Sinclair interactúa en el arranque dando forma a la misma. Una novela relativamente sencilla en la forma, en su presentación, pero compleja dada la multiplicidad de capas y de simbolismos que ofrece, y de las que se compone.
Así, tenemos en Demian referencias bíblicas, mitológicas, pseudo-religiosas, procedentes de la Grecia antigua, de Oriente, tenemos también a la figura de Nietzsche como inspiración, una recreación del estigma de Caín, una parábola a su vez sobre la parábola del regreso del hijo pródigo, tenemos al dios Abraxas, la naturaleza que se hace presente a través de la contemplación del fuego, todo ello integrado con naturalidad, perfectamente ensamblado en la trama de una narración de apenas 175 páginas. Una obra intensa, por tanto, que requiere de una lectura atenta, sin dejar de resultar amena.
Todo ello puesto al servicio de la búsqueda de la individualidad, del propio destino, frente al rebaño, frente a las verdades heredadas que mueven a la masa. Reflejo sin duda del momento en que Demian fue escrita, en plena I Guerra Mundial, esa que con tanta efervescencia sería recibida por amplias capas de la población de los distintos países, y que tantos disgustos y tanta soledad reportaría a Herman Hesse dada su crítica al papel jugado por su país, Alemania, en la misma.
La búsqueda del propio destino se efectúa gracias al contacto con personas inmersas en la misma experiencia. La idea de una serie de seres elegidos, conectados, llamados a confluir, con los que tratar de alcanzar un mayor nivel de conciencia, una verdad superior que permita un renacimiento de la persona y, a través de ella, desde sus ruinas, de una sociedad que parecer abocada a su destrucción: “Habrá guerra… la gente está tan entusiasmada, están deseando empezar a matar. La vida les resulta tan insípida”.
Demian propone a su vez una superación de la patria, del nacionalismo, a través de la amistad y el amor: “A la patria nadie llega… pero cuando los caminos amistosos se cruzan, todo el universo se asemeja a la anhelada patria”, afirma Frau Eva, la figura que aglutina a los seres elegidos. Así mismo, identifica el miedo como una cuestión íntima que acaba por desbordar a las personas: “Alguien solo siente miedo cuando está en disenso consigo mismo. Tienen miedo porque nunca se han reconocido a sí mismos”.
En el debe de la novela cabe resaltar el esquematismo que se aplica a los personajes femeninos, un tanto idealizados, faltos de consistencia en comparación a los masculinos, pese a jugar un papel determinante. La preponderancia de los personajes masculinos se plasma también por medio de alguna sutil pincelada homoerótica, pero ante todo destaca la conexión, casi sobrehumana, que se da entre ciertos personajes de adscripción solitaria: – Yo, solitario durante tanto tiempo, aprendí acerca de la comunión entre seres que han conocido la más absoluta soledad-, unidos por la búsqueda y el destino a través de los distintos ambientes -desde el más cálido y familiar, hasta el más ascético y siniestramente gótico- y tiempos de la novela.
Durante mucho tiempo, demasiado, la figura de Herman Hesse pudo haber quedado estrechamente ligada a cierta época vital, la última adolescencia y primera juventud, viéndose su influjo un tanto desfasado tras la época de inconformismo y despertar de las conciencias asociado a movimientos juveniles ya distantes en el tiempo. Sin embargo, el creciente clima militarista promovido en nuestras sociedades en los últimos años: aumento del gasto en armamento, iniciativas en favor de recuperar el servicio militar, unido al incremento de la presión hacia el conformismo social ante los retos cada vez más considerables que afrontamos, podrían devolver relevancia a la figura insobornable de Herman Hesse y a su obra, con lo que tampoco cabría descartar una próxima revitalización de su legado.
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