Me resulta verdaderamente chocante el énfasis que ponen tantos salmantinos en defender la unidad de un archivo que en el noventa y nueve por ciento de los casos no se preocuparán de visitar en su vida, y cuya existencia muchos de ellos conocen sólo a raíz de la polémica desatada por la propuesta de devolver algunos de sus documentos a la Generalitat de Catalunya. Me pregunto si en el fondo lo que subyace no es una forma de nacionalismo castellano, expresado a través de una extraña mutación; si bajo la defensa de la unidad del archivo lo que se defiende de un modo tan inconsciente como tenaz no es la unidad de España.
Leo en la prensa que ha dimitido el jefe de gabinete del Consejo de Calidad Medioambiental de la Casa Blanca nombrado en su día por George W. Bush. Me entero así que en el currículo del consejero cesado destaca el haber trabajado durante diez años para el Instituto Americano del Petróleo, un grupo de presión al servicio de las grandes compañías petroleras. Resulta sorprendente el grado de cinismo a que hemos llegado para que a la mayoría de la gente, en este caso norteamericana, no le preocupe que su supuesto adalid por la causa medioambiental en el gobierno chorree petróleo por los bolsillos. Lo más probable es que ni siquiera estuvieran enterados, lo que probablemente a la postre sea mucho peor. Sin llegar a tales extremos, la noticia me trae a la memoria el nombramiento del que fuera, hoy lo vuelve a ser, presidente del gobierno de las Islas Baleares (junto a la Valenciana y la de Murcia, la comunidad que ha promovido un desarrollismo más salvaje e irrespetuoso con el medio ambiente, con la expeción de la isla de Menorca donde siempre gobernó la izquierda) como ministro de Medio Ambiente en el gobierno de Aznar. En el caso del Señor Matas, tras su paso por el gobierno se vio recompensado con la recuperación del poder en su feudo. Supongo que aquí prestamos a las cosas tan poca atención como en Estados Unidos.
Uno se pregunta si el imparable desarrollo urbanístico, la ocupación ilimitada del territorio (el fenómeno conocido en Estados Unidos como urban sprawling) que está conociendo la comunidad de Madrid, espoleado por la pujanza de la capital y del capital, en este caso el del insaciable sector inmobiliario, tiene para algo en cuenta las limitaciones que imponen los recursos hídricos de la región. Algo muy parecido debe estar sucediendo por el Levante español. ¿Existe una compensación entre los citados modelos de crecimiento y los recursos de que se disponen? ¿Acaso no se impondría convocar a los responsables a un cursillo acelerado sobre desarrollo sostenible?
Leo también que, desperdigados por el cosmos, hemos dejado ya 28.000 restos de chatarra espacial. Allá por donde avanza el ser humano deja a su paso un reguero de desperdicios. Por cierto creo que el gobierno de George Bush discute la posibilidad de transformar el espacio en futuro teatro de operaciones militares....
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