En estos días predestinados a elevar a Rafael Nadal al Olimpo en el que desde hace meses aguarda Fernando Alonso, resignados los españoles a que la figura de ambos se entrometa con insidia en nuestras vidas cotidianas (pagamos cara la gloria de nuestros ídolos deportivos), en nuestros organismos, en nuestras mentes, siempre en formato publicitario (algo así como ¨Michael Jordans¨ patrios nacidos con diez años de retraso), las páginas sesudas de los periódicos continúan debatiendo el cataclismo provocado en Europa a raíz del rechazo expresado por la ciudadanía francesa y holandesa a su prevista Constitución. Propongo que alguien haga un registro de todas las causas que según los expertos en la materia explican (siempre a posteriori, nunca por anticipado) tan sonado rechazo. Dan para llenar otro tratado aún más abultado que el ahora denostado. Si había tantos argumentos en esa dirección resulta poco menos que increible que hace sólo diez días alguien apostara por el ¨sí¨. Vaya por delante que un servidor es europeísta convencido. Quizás por eso mismo, lo ocurrido me suscita numerosos interrogantes; a saber: ¿Alguien es capaz de precisar hacia dónde va Europa, no ya a raíz de los rechazos suscitados por la Constitución sino antes de que éstos se produjeran? Uno tiene la impresión de que lo importante es que el barco siga navegando sin tener muy claro cuál ha de ser el puerto de destino. La ausencia de liderazgo en la Europa actual resulta clamorosa, lo que pone aún más en evidencia los esfuerzos de los líderes nacionales por evitar la formación de una Comisión Europea fuerte. La ¨crisis¨ coincide, para más inri, con el periodo en que Tony Blair (el menos europeísta de los grandes líderes europeos) se dispone a asumir la presidencia del Consejo. Es como para echarse a temblar. Finalmente, constatar la ligera naúsea, el aroma a naftalina que transmiten los grandes representantes españoles en las instituciones europeas: Borrell, Almunia, Mayor Oreja, Javier Solana; políticos profesionales una y mil veces reciclados, rebotados, gastados. Con semejantes mimbres...
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