Atrás quedaron las elecciones en EEUU. Son ya historia –menos mal que perdió Romney-. Se desvanece ya de la memoria la cascada de artículos, análisis, comentarios, proyecciones, encaminados a escudriñar hasta el último detalle de cuanto pudiera influir en las votaciones que elegirían al hombre más poderoso del planeta.
Una vez más sociólogos y periodistas desmenuzaron desde todos los ángulos posibles las características del espectro electoral norteamericano. A tal fin no es raro que con cada elección se cree una nueva categoría que a poder resulte llamativa y a la que se otorga la llave del resultado de la elección –algo así siempre contribuye a justificar los sueldos del ejército de analistas-.
Cuando yo vivía en EEUU la categoría que hacía furor era la de las soccer mums, madres de renta media-alta, que vivían en los suburbios residenciales y que llevaban a sus hijos a jugar a la clase de fútbol que nosotros practicamos en Europa –de ahí la denominación-. Según los expertos, el comportamiento de dicha categoría de población decantaba en última instancia las elecciones presidenciales a favor o en contra de Bill Clinton. Un poco más tarde se acuñó, sin tanto éxito, otra categoría: la de los Nascar men, en referencia al espectro de hombres: blancos, de clase media-baja, que asisten a las carreras de coches en aquel país.
A juzgar por los analistas, quienes parecían enfrentarse en estas últimas elecciones eran, de una parte, los hombres blancos –partidarios de Romney- y, de otra, las minorías –partidarias de Obama-. Entre estas últimas se ha escrito sobre la minoría negra, la hispana, la oriental, sobre las mujeres solteras, los jóvenes, los judíos… Acaso he echado de menos un análisis pormenorizado sobre el comportamiento electoral de los jugadores de dardos zurdos y sobre los testigos de Jehova con propensión a sufrir almorranas.
Lo que desde luego no me ha llamado la atención, porque es ya norma, es el estruendoso silencio –perfecto, absoluto- acerca del parecer de una minoría que, aunque solo fuera por su carácter simbólico, me resulta particularmente significativa. Ni una sola mención, ni una mísera entrevista, ni una triste palabra acerca del parecer ante la elección de la población indígena norteamericana. ¿Eran los indios norteamericanos partidarios de Obama o de Romney? ¿Les importa algo la elección o se la trae al pairo? ¿Qué sienten, qué opinan respecto del más trascendental acontecimiento que tiene lugar en su propio país cada cuatro años?
Sí, sé que se trata de una minoría marginada, sin ninguna influencia en el devenir de EEUU, que muy probablemente se decante en masa por la abstención. Pero a diferencia de lo que sucede con negros, hispanos u orientales, nadie se ha molestado en registrar cuál es hoy, y en perspectiva de futuro, su peso demográfico, su grado de participación en el proceso electoral, si existe alguna figura que los represente en la actual política norteamericana y, en tal caso, qué es lo que piensa. Al contrario, lo único que he encontrado ha sido el vacío más perfecto o, lo que es lo mismo, la nada.
Me decía entonces que si Estados Unidos, hoy tan orgulloso –al menos en apariencia- de su diversidad, ha necesitado más de doscientos años para elegir a un presidente negro, ¿cuántos necesitará para elegir a un auténtico nativo norteamericano?… ¿Acaso dos mil años, veinte mil? Se admiten apuestas*
* La mayor parte de la población nativa norteamericana subsiste gracias a los beneficios obtenidos por la concesión de casinos otorgada por la administración.
2 comentarios:
Seguramente ya has respondido a la pregunta y no se habla de ellos porque su voto no es relevante, o bien porque son pocos, o porque no votan.
País complicado ¿no?, no sé como se logra entender ni siquiera viviendo dentro.
Saludos.
Muy acertado: son los marginados entre los marginados de la sociedad USA. Yo también conocí en el 74´a las football o cross country o basketball mothers de una exclusiva zona conservadora de Los Angeles... ahora la clase media americana está asustada, cada vez cuesta más esfuerzo el sacar a la familia adelante, pagar los estudios...y la llamada América Profunda está muy asustada. La polarización ideológico y social de los Estados Unidos de América es más alta que nunca; a Obama esa américa nunca se lo va a poner fácil. Pobres indígenas autóctonos, en esta cadena social son el último eslabón...
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