En ello pensaba a raíz de la lectura de Bajo el volcán (Under the Volcano), la novela más célebre de Malcolm Lowry, en su día llevada al cine por John Houston. Una lectura con cierto grado de exigencia –más de lo que preveía- que quizás no abordé en el momento más oportuno. Aún así, del esfuerzo obtuve recompensa. Quiero decir que sin llegar quizás al nivel de una obra maestra nos hallamos ante una muy buena novela.
Una novela de corte trágico, impregnada de arriba a abajo de un fatalismo que emana de la impotencia, de la frustración ante la incapacidad de sacar partido a las inmejorables condiciones que la vida ofrece a sus protagonistas: un trío de expatriados compuesto por dos hermanos de origen británico –uno idealista, el otro fatalista- y una mujer norteamericana ante la que ambos oscilan y cuyo amor se dirige irremediablemente hacia aquel que no puede corresponderle con los hechos.
Seres desplazados, sin raíces, en la mejor tradición poscolonial británica, un tanto a la deriva, recalados en un escenario exótico, una localidad perdida de México, –su fatalismo es a la vez una metáfora del que tradicionalmente ha aquejado a ese país- en un momento histórico ominoso: la Guerra Civil Española se aproxima a su desenlace y en el ambiente se masca ya el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Decir que Bajo el volcán es una novela sobre el alcoholismo –o sobre la adicción, o sobre la autodestrucción, su faceta más conocida-, por muy presente que esté en la figura del cónsul, de quien nos sentimos cómplices en su constante y desesperado forcejeo consigo mismo entre trago y trago, sería una simplificación. Ello es así en parte gracias al aventurismo formal del que hace gala Lowry, con ecos del Ulises de James Joyce, y a su erudición que le permiten una amplitud de registros: triángulo amoroso, exotismo, momento histórico...
2 comentarios:
No he tenido ocasiòn de leer la novela, pero la película de J. Huston, la he visto al menos dos veces. Sucede que hace tanto tiempo de ello, que no la recuerdo con claridad. Lo poco que recuerdo, es que me impactó bastante.
Momento adecuado (ahora que se aproxima el veranillo), para tratar de leer esta (sin duda) magnífica obra. Al menos la película, a mí me lo pareció.
Ya lo has dicho tú, cuando lees algo (o ves algo), te puede afectar positiva o negativamente, dependiendo mucho de la edad, de la madurez, del momento, el estado de ánimo... pero siempre que llegan posteriores oportunidades de repetir con lo mismo, nos sorprenden gratamente, elementos nuevos, elementos de juicio que nos lleva a una nueva reflexión de por qué nos gusto, no nos gustó, o nos pasó desapercibido tal o cual detalle. Creo que en el fondo, todo esto radica en lo que se llama crecimiento, y/o madurez personal.
Un abrazo.
Tengo la fea costumbre de subrayar con lápiz los libros cuando me gustan mucho, así que cuando los leo de nuevo puedo hacer dos lecturas, la del libro y la de los subrayado. ¿Por qué me llamó esto o aquello tanto la atención?, me pregunto.
Saludos.
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