martes, noviembre 29, 2016

alabanzas / praise

!Ofrezco alabanzas, baratas, baratas! ¿Vas a dejar escapar la oportunidad?




I offer praise, cheap, very cheap! Will you miss such opportunity?

sábado, noviembre 26, 2016

November Starlings

ya tocaba


de su álbum The Last Holy Writer

miércoles, noviembre 23, 2016

medalla de plata

He quedado hoy en segunda posición en el concurso de microrrelatos del programa de radio carne cruda pero hay serios indicios de que el ganador lo escribió dopado. Veremos.

Si te apetece, puedes escucharlo a partir del minuto 56 del programa:

martes, noviembre 22, 2016

advertencia / warning

Como alguien no me descubra y pronto es mi deber advertiros de que se os va a pasar el arroz.



If someone doesn't discover me and soon it's my duty to warn you that you'll be left on the shelf.

sábado, noviembre 19, 2016

miércoles, noviembre 16, 2016

chirimbolos

Me admira ese alguien que cada año, con la llegada del frío, se preocupa de vestir a los chirimbolos de la calle Lavapiés.


domingo, noviembre 13, 2016

Los sentimientos encontrados, Kepa Murua

“Uno escribe un diario porque se inscribe en una vida que se apoya en el pensamiento de la escritura”, concluye el poeta Kepa Murua acerca del móvil que le ha llevado a escribir el suyo y cuya segunda entrega: Los sentimientos encontrados – Diario de un poeta y editor (2005-2007) ha publicado la editorial Cálamo este mismo año. El elemento que distingue –y enriquece- a este diario es que el pensamiento de la escritura se aborda, como el título indica, desde una doble perspectiva: la de escritor y la de editor, facetas que pudieran ser excluyentes, o eso sospecha su autor. Y es que a su faceta como poeta, con alguna incursión reciente en la narrativa, añade Murua la de responsable en aquellos años de Bassarai, editorial independiente ya desaparecida con sede en su ciudad de adopción: Vitoria-Gasteiz.

Si empezamos por la vida, en dicho diario nos encontramos con las circunstancias y los condicionantes de vivir en una ciudad vasca de tamaño medio situada en la periferia de un país refractario a la cultura como es España: “Los vascos, rácanos con su bolsillo y su conciencia. Los españoles, rácanos en su mentalidad y su cultura. Unos y otros, ignorantes con lo propio y lo ajeno”. Un contexto apenas aliviado por esporádicas y fugaces escapadas, sea por placer o por motivos profesionales, a ciudades españolas o extranjeras: Toronto y Londres resultan las más celebradas. Claro que la vida del autor gira principalmente en torno a la lectura y la escritura, ambas materia de abundante reflexión, junto a los estímulos que le proporcionan la música, el cine, la pintura o el impulso de lanzarse a bailar. A ello se añade la amistad, por fortuna o por desgracia casi siempre entrelazada con su actividad o con el trabajo ya que en la mayoría de los casos se trata de artistas con los que colabora, contrasta ideas o proyectos y, claro, rivaliza aunque sea de forma callada, como sin querer.

No obstante, aunque en la forma abordada con neutralidad, con distancia es la faceta sentimental la que destaca en la medida en que asistimos a la descomposición de una relación de larga trayectoria –“un amor que se le ha ido de las manos por la fuerza del deseo”- que ha dejado a un hijo como testigo y ante la que el autor se posiciona como actor impotente –“en el ámbito personal, intuyo que mis silencios hacen daño”- cuyo verdadero alcance se revela al comprender que esa complicidad perdida, además de afectiva, constituía el pilar de la editorial. Las distintas facetas de la vida de Murua se revelan entrelazadas de un modo en apariencia indisoluble: la relación sentimental y profesional, el arte y la amistad, el placer y el trabajo…


La faceta de editor desprende cierta melancolía en la medida en que sabemos de antemano el destino de su proyecto pero despierta gran interés conocer de su propia voz los entresijos de un negocio tan peculiar abordado con gran exigencia, conjugando la variable contable y artística ante la tiranía de la logística: el almacenaje, la distribución, la impresión, la asistencia a ferias, las presentaciones, el trabajo gráfico, las traducciones, el siempre delicado trato con los autores no pocas veces en virtud de sus inasumibles expectativas y sus egos, la promoción, el trato con los medios de comunicación, con los temidos funcionarios culturales. Asistimos al creciente desgaste producto de un oficio precario que exige a Murua versatilidad, entrega y fe inquebrantable –“creo que estoy arriesgando mucho, siento que voy a tumba abierta”- en una causa tan loable como improbable –la tentación es calificarla como quijotesca-.

Queda, por fin, la labor del poeta condensada en abundantes reflexiones sobre el acto creativo, sobre la propia obra, sobre su trayectoria y su evolución, sobre su recepción por parte de los editores, los colegas y los medios de comunicación, la asistencia a congresos y eventos varios con la ilusión de darla a conocerla. Una actividad paradójica, contradictoria: solitaria pese a estar en constante contacto con la gente, a menudo incomprendida pero capaz también de proporcionar fulgurantes destellos de empatía, con las satisfacciones que reporta el ir por libre y su alto precio. Es el lenguaje poético, fusionado con el testimonial y el ensayístico, el que da el tono narrativo al diario

“Noto que este diario se decanta por la vida cuando yo pretendía una reflexión metafísica sobre la creación y la literatura”, escribe Murua. Y en efecto, si algo queda claro tras su lectura es que en su vida no hay compartimentos estancos, que las satisfacciones son siempre más personales que públicas o materiales lo que proyecta cierta melancolía y que, pese a su empeño por controlar la situación ha de aceptar que su destino está sometido al azar. Es el peaje a pagar por la ambivalencia que determina su existencia: vivir en la escritura mientras se vive la vida. 

Esta reseña está también disponible en el último número de la revista de arte y pensamiento: espacioluke 

jueves, noviembre 10, 2016

impensable / unthinkable

En tiempos de crisis lo que hasta hace poco parecía impensable se convierte en moneda corriente.




In times of crisis what up until now seemed unthinkable becomes common currency.

domingo, noviembre 06, 2016

conspiradores / conspirers

Están quienes conspiran contra otros y quienes conspiran contra sí mismos.




There're those that conspire against others and those that conspire against themselves.

jueves, noviembre 03, 2016

Infancia: Escenas de una vida de provincias, JM Coetzee

Un elemento constante en la obra autobiográfica de JM Coetzee que a su vez constituye una poderosa seña de identidad es el retrato tan poco favorecedor sobre su persona que sale de su pluma. Sea por vía interpuesta, a través del testimonio de supuestos personajes que le conocieron en su edad adulta, en Verano, o de su propia mano en sus entregas previas: Infancia y Juventud, el Nobel sudafricano no muestra ninguna piedad con sus flaquezas y carencias como ser humano, un rasgo que denota valentía y transmite verosimilitud a su testimonio.

Como deja claro en Infancia: Escenas de una vida de provincias, la primera entrega de la serie publicada originalmente en 1997 (disponible en Mondadori y Debolsillo), dicha actitud nada complaciente hacia su propia persona se revela ya desde sus primeros años. Y es que el Coetzee niño no tiene una relación plenamente satisfactoria con nadie, ni siquiera con su madre, comprensiva y entregada, hacia la que no puede evitar aplicar una dosis de sadismo de la que parece plenamente consciente, ni con su hermano pequeño y aún menos con su padre. Tampoco trenza vínculos emocionales con ninguno de los numerosos miembros que componen las dos ramas familiares e incluso explica por qué es así respecto a sus figuras más prominentes aunque nunca movido por la necesidad de justificarse. Ese que emerge de la propia pluma del autor es, en definitiva, un niño frío, distante, desconfiado y bastante retorcido.

Junto a la familia, es su experiencia en el colegio el principal asunto sobre el que pivota la novela. El niño Coetzee es aplicado, aspira a obtener las mejores notas y a menudo lo consigue, pero a la vez dado al escaqueo y al engaño, como cuando sin un motivo aparente se hace pasar por católico y en lugar de reconocer la falsedad se empeña en mantenerla a toda costa. Allí ha de lidiar también con la amenaza latente que suponen los niños afrikaaners, demasiado rudos y pendencieros para un alma sensible como la suya siempre temerosa de verse sujeta a actos de violencia, sea por parte de sus compañeros, de los propios profesores o por causa accidental durante la práctica del cricket.


Infancia es asimismo una novela de escenarios: Worcester, el pequeño y remoto pueblo al que llega la familia Coetzee desde Ciudad del Cabo al encontrar allí el padre trabajo en las oficinas de una empresa de frutas en conserva, un traslado que el niño no acaba de aceptar y ante el que muestra problemas de adaptación; las visitas a la granja de la familia de su padre en Vöelfontein, quizás el único elemento de su realidad hacia el que el autor muestra abierto entusiasmo; o el regreso a Ciudad del Cabo cuando el microcosmos familiar se envenena al hacerse más y más patentes las carencias del padre coincidiendo con su empeño en practicar la abogacía.

Sobrevuelan la novela diversos conflictos de identidad que cabe resumir en disyuntivas: la identidad afrikaaner frente a la inglesa, dado que es la primera la que forma parte de las raíces de la familia pese a que ellos tienden hacia la segunda en su vida cotidiana; el contraste entre el ambiente rural en el que transcurre la mayor parte de la acción y el urbano del que proceden y al que acaban regresando; la ambivalencia ante las ramas familiares paterna y materna, las cuales se demuestran excluyentes. Por su parte el problema racial sólo se atisba dado que el Coetzee niño tiene escaso contacto con la población mestiza o nativa. Intuye la situación, que despierta en él extrañeza y un muy incipiente sentimiento de injusticia pero no se ve directamente expuesto a ella.         

Coetzee emplea un estilo conciso, una prosa precisa, incluso lacónica, y se vale del empleo de una tercera persona en tiempo presente que dota a la narración, desarrollada de forma cronológica, de una sensación de distanciamiento, casi testimonial, que paradójicamente se demuestra muy eficaz. Destaca su capacidad para captar momentos, situaciones a menudo de apariencia intrascendente pero reveladoras a la hora de forjar un rico retrato de las inseguridades, de los conflictos internos y carencias del Coetzee niño: sus temores, su tendencia a la autocompasión, su ansia de reconocimiento y sus mecanismos de autodefensa, su vulnerabilidad como miembro de una familia poco asentada, precaria, en un país complejo de identidades fraccionadas sostenido en un extraño equilibrio en el que su protagonista parece destinado a no encajar. Al modo de una premonición, la novela concluye al descubrir el autor, a raíz del fallecimiento de su tía-abuela, los modestos antecedentes literarios en su familia.