Este fin de semana –las fechas coinciden con los días de la semana- se cumplen cincuenta años del Festival de Monterey, celebrado en la localidad californiana del mismo nombre, el primer festival de música pop-rock de la historia, empapado en LSD, con el que arrancaría el denominado “verano del amor” de 1967 que marcaría el apogeo del movimiento hippy.
El festival fue organizado por John Philips, de The Mama’s & The Papa’s, y filmado por D.E. Pennebaker, documentalista pionero en retratar el fenómeno de la música rock. Los artistas actuaron gratuitamente pero muchos de ellos se verían recompensados con creces por la exposición que el documental les otorgó. De hecho, sirvió para catapultar las carreras de Janis Joplin –entonces miembro de Big Brother & The Holding Company-, Jimi Hendrix, Otis Redding –un cantante por entonces ajeno a las audiencias de raza blanca-, The Who -para quienes contribuyó a abrir el mercado norteamericano- o de un exótico Ravi Shankar que fue el único que consiguió levantar al público de sus asientos y que cobró por su actuación.
Visto desde la perspectiva actual llama la atención la candidez, la pureza del evento, reflejado en la ausencia de patrocinadores y, sobre todo, de logos comerciales o de otro tipo, la ausencia de mercadería, además del altruismo de quienes participaron en el mismo: los beneficios fueron a una fundación. Destaca así mismo la intención de darle la mayor diversidad en lugar de centrarlo en estrellas del momento como los propios The Mama’s & The Papa’s o Simon & Garfunkel –artistas como The Rolling Stones, The Beach Boys o The Kinks fueron invitados pero por una u otra razón no pudieron acudir- y en las bandas californianas, inmersas en pleno auge psicodélico, muy bien representadas por Jefferson Airplane, Country Joe & The Fish, The Byrds, Moby Grape, Buffalo Springfield, Grateful Dead, Quicksilver Messenger Service o la ya mencionada Big Brother… ya que a ellos se suman artistas procedentes del jazz como el trompetista sudafricano Hugh Masekela, del soul como el ya mencionado Otis Redding, por no hablar del debut en Estados Unidos del maestro del sitar Ravi Shankar.
En cuanto al verano de paz y amor arrancó con ciertas dosis de mala leche, sobre todo a cargo de The Who y de Jimi Hendrix, como si con ellos portara la semilla del tumultuoso 1968.
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