miércoles, mayo 02, 2018

Culpables por la literatura, Germán Labrador Méndez

Roto el mito de la transición ejemplar, esa que era motivo de gran orgullo para todos los españoles y que durante décadas supuestamente maravilló al mundo, una batalla se libra por apropiarse de su sentido a través de sus fragmentos. En dicha pugna cabe interpretar la publicación del libro Culpables por la literatura: Imaginación política y contracultura en la transición española (1968-1986), escrito por Germán Labrador Méndez, que inaugura la colección Reverso-Historia crítica , de la editorial Akal , como un intento de repensar la transición desde una perspectiva basada en experiencias que acabarían condenadas a la marginalidad y ofreciendo, en palabras de su autor, una mirada joven, posmetropolitana, interclasista y posfeminista de aquella experiencia en su conjunto. Un relato alternativo del que hasta hace poco ha sido el gran mito de la España contemporánea en el que por fin caben los perdedores, los reprimidos y los marginados en aquel proceso, aquellos que trataron de crear algo nuevo en lugar de construir su identidad en función de lo previamente existente, y que analiza la aspiración de conseguir una democratización radical de la vida, esa que entonces no se alcanzó ante la persistencia de las formas de vida del franquismo dentro de los cuerpos y de las instituciones democráticas.

Dividido el libro en tres partes, la primera de ellas se centra en presentar el enfoque metodológico desde el que se aborda el estudio, basado en la historiografía cívica : aprender a imaginarse fuera del propio presente, de su irrepetible diferencia, a partir de la exposición permanente a los relatos de ayer –para que los habitantes del pasado accedan a hablar con nosotros deben poder hacerlo en sus propios términos, a menudo reservados, íntimos, restringidos- a fin de identificar en sus pasados las líneas de fractura de su presente, buscando en la confrontación con su propia extrañeza un chispazo que nos permita reencontrarnos con quienes dejamos de ser, con quienes pudimos haber sido. Si en lugar de concebir la democracia española como un entero orden político-social ya resuelto y obtenido, la concebimos como un horizonte de expectativas, algo que aún no tenemos plenamente, entonces podemos volver a esperar y a tener esperanza.

A tal fin resulta de capital importancia entender el sentido que la literatura tuvo para la juventud de la transición, basado en el convencimiento de que cada época posee una verdad emancipadora que es posible activar si se encuentra un modo colectivo de expresarla. Su potencial será descubierto por aquellos jóvenes que deseaban vivir otras vidas y para quienes dotarse de una identidad nueva tras la muerte de Franco no debía ser una prerrogativa sólo al alcance de los beneficiarios de la dictadura. Así, entienden la democracia como el derecho a llevar nuevas vidas mediante la invención de instituciones culturales porque para poder cambiar la vida es necesario transformar el mundo. Al esfuerzo de crear, de imaginar esas nuevas instituciones culturales y a los múltiples fracasos a la hora de hacerlo está dedicado el libro. Culpables por la literatura porque su compromiso radical con ella construye las condiciones de posibilidad y los límites para las vidas que quieren vivir y las obras que lo cuenten.  

En la segunda y tercera parte del libro, el autor analiza la evolución de la contracultura desarrollada por la juventud de la transición dividiendo a sus artífices en tres quintas generacionales: la de los progres del 68, la de los ácratas o pasotas del 77 y la de los modernos de la Movida ya en los ochenta. Labrador Méndez desmenuza los rasgos que las constituyen, sus aspectos diferenciales, y presta especial atención a las fracturas que con el tiempo se producen tanto entre ellas como dentro de cada una a fin de entender su continua transformación: la doble fractura sufrida hacia 1973 por la generación anti-franquista nacida en los años 40, que separará a los militantes más ideologizados de los menos sectarios o más acomodaticios y que engloba una segunda cesura a su vez entre los hijos de la burguesía y los de las clases populares. La fractura que se da a partir de 1977 entre los partidarios de la reforma constitucional y los de la ruptura democrática que vendría a sustituir a la que se dio entre franquistas y anti-franquistas, que derivaría en la creciente estigmatización y represión de los demócratas radicales al quedar fuera del perímetro consensual. Y el vaciamiento definitivo hacia 1982 cuando la generación de la Movida disoció la estética de la política en favor del compromiso con la propia supervivencia y con la sociedad de consumo coincidiendo con la generalización del uso de la heroína, deriva que en clave política culminaría con el referéndum para la entrada de España en la OTAN.
Labrador Méndez ofrece un estudio exhaustivo de los discursos y prácticas contra-hegemónicas que produjo en aquellos años la juventud española, de sus protagonistas –vista desde hoy llama la atención la absoluta ausencia de personajes femeninos-, de sus motivaciones y fuentes de inspiración, de su capacidad de renovación y de su grado de compromiso, ése que llevaría a pagar un altísimo precio a muchos hijos de la transición por su radicalidad y espíritu transgresor ante la relativa indiferencia o creciente incomodidad de los  antiguos compañeros de viaje que, más maleables, encontraron acomodo o incluso se erigieron en protagonistas del nuevo régimen. Un libro, en definitiva, que proyecta luz sobre las sombras de aquel proceso ya histórico que parecían condenadas a permanecer sumidas en la oscuridad y que inspira a reevaluarlo desde la óptica de quienes interpretaron la histórica posibilidad de un cambio tras la muerte de Franco como algo literal.
Editorial Akal, 2017, 672 páginas.  
Esta reseña está también disponible en el número de marzo-abril de la revista digital espacioluke

2 comentarios:

nadie dijo...

Viví la época de la movida desde los ojos alucinados de un chaval quinceañero con muchas ganas de expresarse creativamente. Habían estado bien los Beatles o los Stones, pero a los de la movida -o las movidas- los tenías a escasos tres metros y por 300 o 500 pelas el pase con derecho a cerveza. Por otra parte, ni yo ni la mayor parte de mis colegas nos creímos demasiado el mito de una transición que había dejado demasiados muertos en el camino -y que aun dejaría muchos más-, como tampoco acabábamos de ver clara una modernización presuntamente socialista -joder con la reconversión industrial-, centrada en expos, olimpiadas o capitalidades culturales. Igual el pecado de la movida (más rupturista entonces -al menos en lo cultural y moral- de lo que se trasluce en los exégetas actuales) fue su hedonismo lúcido, alucinado o trágico, más fácilmente reutilizable por los políticos del momento de lo esperado. Sin duda, lo tuvieron más crudo con Eskorbuto o Kortatu, en los cuales prevaleció el mensaje anarco o radical más propio del punk.

Tomo nota de la recomendación del libro. Un cordial saludo.

Il Gatopando dijo...

Lo que viene a decir Labrador Méndez es que, en contraposición a las anteriores generaciones contraculturales, la transgresión de la Movida resultó inocua, en el mejor de los casos, cuando no supuso una desactivación de la misma. Se obvió el contenido contracultural en favor de una actitud provocativa que buscaba el escándalo pero que se agotaba en sí misma al tiempo que se abrazaba el hedonismo consumista. Sus protagonistas eran conscientes de ello. Digamos que no compartían ni hicieron suyas las motivaciones de sus antecesores contraculturales. Resulta muy interesante el análisis que el autor hace de la actitud y del mensaje de Loquillo -a quien por cierto nunca me creí- y los Trogloditas o de Gabinete Caligari. También de la gira Rock and Ríos, de Miguel Ríos, y del bajonazo que le siguió cuando éste volvió a la carretera una vez la expectativa de un cambio social real se había desvanecido.

Échele un vistazo al libro. Por edad y por bagaje creo que le interesará. Puede que mucho.

Saludo cordial