lunes, diciembre 16, 2019

Postales negras, Dean Wareham

Nacido en Nueva Zelanda y trasplantado a Nueva York a la edad de 14 años tras pasar por Australia, Dean Wareham, guitarrista y cantante, motor creativo de las bandas Galaxie 500 y Luna, desmenuza su experiencia con la industria musical en el libro autobiográfico Postales negras (Libros de Ruido, 2014). Y lo hace a conciencia.

Educado en Harvard, Wareham se vale de un discurso lúcido y expresivo para, desde la sobriedad característica del talante neozelandés, ofrecer una visión desmitificadora de su carrera musical y de un negocio como el discográfico que en los años 90 experimentó, gracias a la venta de cedés, una edad de oro que se vería abruptamente interrumpida con la aparición de los archivos digitales lo que a la postre condenó a numerosos artistas que aportaban a los sellos credibilidad en lugar de beneficios.

La visión mercantil se ve complementada con el aspecto humano: la intensa relación entre los músicos que conforman una banda, que acaba abrasando amistades y complicidades, y con los profesionales que hacen posible su existencia: productores, mánagers, representantes de los sellos discográficos, etc. Sin olvidar el contacto con los fans y la difícil relación con la familia propia cuando uno se halla en la vorágine de una gira o trabajando en estudios de grabación lejos de casa.

Wareham describe el proceso desde la perspectiva de un grupo indie como Galaxie 500 que en 1987 empieza desde cero hasta alcanzar el estatus de lo que se ha denominado banda “de culto”, valorada por su creatividad pero que sufre para hacerse con una base de seguidores suficiente. Trío disuelto tras grabar tres discos una vez Wareham concluye que ya no es capaz de entenderse con sus viejos amigos del colegio, Damon y Naomi, quienes además de la base rítmica conforman una pareja sentimental lo que, según él, acaba por desestabilizar al grupo al sentirse en desventaja en la toma de decisiones frente a la sólida complicidad existente entre ellos.

Luna, el cuarteto con el que llegaría a grabar seis discos, retoma el sonido de Galaxie 500 pero lo desarrolla de forma más depurada. La influencia de Velvet Underground viene reconocida y encarnada más en la figura de Sterling Morrison, no en vano Wareham se encarga de la guitarra rítmica, que en la de Lou Reed, a quien trata de cretino. La presión por dar con la canción de éxito que impulse su carrera es una constante por parte del sello discográfico y las giras ponen a prueba la fiabilidad y el estatus de la banda a través de los medios de transporte puestos a su disposición, la asistencia a los conciertos -desde un par de decenas de personas hasta un par de miles-, el mayor o menor rango de los alojamientos, la relación con la prensa musical y las emisoras de radio, etc. 


Dean Wareham se describe como un líder reticente, un rol que no casa bien con su personalidad más bien taciturna, y como un ser humano que afronta sin ambages los aspectos más oscuros de su personalidad. Un lugar especial ocupan en el libro aquellos que le empujan al engaño sentimental respecto a su pareja y, de forma indirecta, hacia su hijo de corta edad, al principio de forma ocasional y después con motivo de su enamoramiento con la bajista que se uniría al grupo en la última etapa de la banda, Britta Philips, con quien se acabaría casando y formando un dúo de baja intensidad musical tras la disolución premeditada y consensuada de Luna en 2004.

Toda la experiencia queda reflejada en detalle, desde la lógica que guía el funcionamiento de las emisoras de radio en Estados Unidos al de la prensa musical británica, desde el dormir en el suelo en casas de amigos durante las giras a contar con una habitación individual en un hotel con vistas a la playa -el máximo lujo que llegó a conocer como miembro de la banda y que coincidió con un concierto en Mallorca-, desde las estrategias de los abogados de los sellos discográficos a fin de maximizar beneficios a través de los anticipos y los derechos o “royalties” a la venta de camisetas en los conciertos, sin obviar el uso y la influencia de las drogas, especialmente la cocaína, la relación con otros artistas, los a menudo desesperantes y tortuosos procesos de grabación y la complicada toma constante de decisiones.

La de Postales negras es una visión cruda del mundo musical. Se podría argumentar que es así al tratarse de un músico que se mantuvo siempre en una segunda línea pero el propio Wareham argumenta que bandas “triunfadoras” como REM, U2 o los mismos Rolling Stones acabarían convertidas en grandes empresas multinacionales desprovistas de alma. Su experiencia es la de liderar una banda en la precariedad constante, siempre inestable, en el alambre, en la que la incertidumbre es la norma y las satisfacciones algo puntual. Llama la atención que entre estas últimas se encuentren sus conciertos en España -el libro cuenta con un prólogo del periodista musical y amigo de Wareham, Ignacio Juliá-. El calor humano y el ambiente festivo que perciben en nuestro país lo convierten en un aliciente en sus giras como si al cruzar los Pirineos Luna luciera aquí siempre llena.



2 comentarios:

nadie dijo...

La verdad es que me ha puesto los dientes largos. E Ignacio Juliá siempre fue una referencia para mí. He visto que lo tienen en la biblioteca del barrio. Creo que valdrá la pena darle una oportunidad. Un cordial saludo.

Il Gatopando dijo...

Yo diría que sí que vale la pena. Es un poco exhaustivo en ocasiones al describir algunos procesos de la industria pero al final merece la pena ya que te da una visión muy completa para lo que se estila en otras autobiografías. Y el hecho de ser Luna una banda de "clase media" acrecienta el interés, se llega a vislumbrar el cielo, aunque sea como ensoñación, pero también el infierno.

Saludo cordial