Nacido
en Nueva Zelanda y trasplantado a Nueva York a la edad de 14 años
tras pasar por Australia, Dean Wareham, guitarrista y cantante, motor
creativo de las bandas Galaxie 500 y Luna, desmenuza su experiencia
con la industria musical en el libro autobiográfico Postales negras
(Libros de Ruido, 2014). Y lo hace a conciencia.
Educado
en Harvard, Wareham se vale de un discurso lúcido y expresivo para,
desde la sobriedad característica del talante neozelandés, ofrecer
una visión desmitificadora de su carrera musical y de un negocio
como el discográfico que en los años 90 experimentó, gracias a la
venta de cedés, una edad de oro que se vería abruptamente
interrumpida con la aparición de los archivos digitales lo que a la
postre condenó a numerosos artistas que aportaban a los sellos
credibilidad en lugar de beneficios.
La
visión mercantil se ve complementada con el aspecto humano: la
intensa relación entre los músicos que conforman una banda, que
acaba abrasando amistades y complicidades, y con los profesionales
que hacen posible su existencia: productores, mánagers,
representantes de los sellos discográficos, etc. Sin olvidar el
contacto con los fans y la difícil relación con la familia propia
cuando uno se halla en la vorágine de una gira o trabajando en
estudios de grabación lejos de casa.
Wareham
describe el proceso desde la perspectiva de un grupo indie como
Galaxie 500 que en 1987 empieza desde cero hasta alcanzar el estatus
de lo que se ha denominado banda “de culto”, valorada por su
creatividad pero que sufre para hacerse con una base de seguidores
suficiente. Trío disuelto tras grabar tres discos una vez Wareham
concluye que ya no es capaz de entenderse con sus viejos amigos del
colegio, Damon y Naomi, quienes además de la base rítmica conforman
una pareja sentimental lo que, según él, acaba por desestabilizar
al grupo al sentirse en desventaja en la toma de decisiones frente a
la sólida complicidad existente entre ellos.
Luna,
el cuarteto con el que llegaría a grabar seis discos, retoma el
sonido de Galaxie 500 pero lo desarrolla de forma más depurada. La
influencia de Velvet Underground viene reconocida y encarnada más en
la figura de Sterling Morrison, no en vano Wareham se encarga de la
guitarra rítmica, que en la de Lou Reed, a quien trata de cretino.
La presión por dar con la canción de éxito que impulse su carrera
es una constante por parte del sello discográfico y las giras ponen
a prueba la fiabilidad y el estatus de la banda a través de los
medios de transporte puestos a su disposición, la asistencia a los
conciertos -desde un par de decenas de personas hasta un par de
miles-, el mayor o menor rango de los alojamientos, la relación con
la prensa musical y las emisoras de radio, etc.
Dean
Wareham se describe como un líder reticente, un rol que no casa bien
con su personalidad más bien taciturna, y como un ser humano que
afronta sin ambages los aspectos más oscuros de su personalidad. Un
lugar especial ocupan en el libro aquellos que le empujan al engaño
sentimental respecto a su pareja y, de forma indirecta, hacia su hijo
de corta edad, al principio de forma ocasional y después con motivo
de su enamoramiento con la bajista que se uniría al grupo en la
última etapa de la banda, Britta Philips, con quien se acabaría
casando y formando un dúo de baja intensidad musical tras la
disolución premeditada y consensuada de Luna en 2004.
Toda
la experiencia queda reflejada en detalle, desde la lógica que guía
el funcionamiento de las emisoras de radio en Estados Unidos al de la
prensa musical británica, desde el dormir en el suelo en casas de
amigos durante las giras a contar con una habitación individual en
un hotel con vistas a la playa -el máximo lujo que llegó a conocer
como miembro de la banda y que coincidió con un concierto en
Mallorca-, desde las estrategias de los abogados de los sellos
discográficos a fin de maximizar beneficios a través de los
anticipos y los derechos o “royalties” a la venta de camisetas en
los conciertos, sin obviar el uso y la influencia de las drogas,
especialmente la cocaína, la relación con otros artistas, los a
menudo desesperantes y tortuosos procesos de grabación y la
complicada toma constante de decisiones.
La
de Postales negras es una visión cruda del mundo musical. Se podría
argumentar que es así al tratarse de un músico que se mantuvo
siempre en una segunda línea pero el propio Wareham argumenta que
bandas “triunfadoras” como REM, U2 o los mismos Rolling Stones
acabarían convertidas en grandes empresas multinacionales
desprovistas de alma. Su experiencia es la de liderar una banda en la
precariedad constante, siempre inestable, en el alambre, en la que la
incertidumbre es la norma y las satisfacciones algo puntual. Llama la
atención que entre estas últimas se encuentren sus conciertos en
España -el libro cuenta con un prólogo del periodista musical y
amigo de Wareham, Ignacio Juliá-. El calor humano y el ambiente
festivo que perciben en nuestro país lo convierten en un aliciente
en sus giras como si al cruzar los Pirineos Luna luciera aquí
siempre llena.
2 comentarios:
La verdad es que me ha puesto los dientes largos. E Ignacio Juliá siempre fue una referencia para mí. He visto que lo tienen en la biblioteca del barrio. Creo que valdrá la pena darle una oportunidad. Un cordial saludo.
Yo diría que sí que vale la pena. Es un poco exhaustivo en ocasiones al describir algunos procesos de la industria pero al final merece la pena ya que te da una visión muy completa para lo que se estila en otras autobiografías. Y el hecho de ser Luna una banda de "clase media" acrecienta el interés, se llega a vislumbrar el cielo, aunque sea como ensoñación, pero también el infierno.
Saludo cordial
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