Ulises en su trono.
Espejos negros, la segunda novela corta que conforma el libro del escritor alemán Arno Schmidt (1914-1979), más extensa que la primera, Leviatán, narra la experiencia de un intelectual que ha sobrevivido a una hecatombe nuclear. Una suerte de Robinson Crusoe de formación humanista que en lugar de en una isla desierta se desenvuelve en los alrededores de una ciudad desprovista de vida humana. Se entiende que el apocalipsis nuclear ha acabado con ésta sin afectar a las estructuras materiales. Un humanista, eso sí, con rudimentarios pero oportunísimos conocimientos de carpintería.
Un intelectual empujado a la acción por las circunstancias, sin desdeñar su vocación cuando lee algo que no comparte y se siente impelido a escribir una respuesta que ya sólo guarda algún sentido para él, cuya crítica visión de la sociedad que ha desaparecido guarda ciertos paralelismos con la deriva en la que está inmersa la sociedad actual pese a estar inspirada en la sociedad alemana que se vio abocada a la II Guerra Mundial. Aspecto éste en el que Espejos negros confluye con Leviatán, la novela breve, casi un relato largo, que le precede, ambientada en las postrimerías de la guerra con las tropas soviéticas completando el cerco a Berlín, cuando un variopinto grupo de soldados y paisanos consigue poner un tren en marcha con el que tratar de alejarse de las tropas invasoras. Ambas historias comparten situaciones límite en las que se ven envueltas personas que no se hallan preparadas para ellas y un desenlace que queda en suspenso, con un narrador más preocupado por momentos en desentrañar elucubraciones filosóficas o cálculos matemáticos que por garantizar su supervivencia.
Siguiendo la analogía con Robinson Crusoe, en Espejos negros el personaje de Viernes vendría encarnado por una mujer, Lisa, de espíritu gitano, un ser libre que se mantiene fiel a su tradición nómada en lugar de hacer piña con el protagonista como aconsejaría la situación. Así, Leviatán y Espejos negros coinciden en la dificultad de establecer relaciones humanas armoniosas aun en los entornos o situaciones más hostiles en los que la única posibilidad de sobrevivir parece depender de ellas.
Escrita con un estilo experimental en base a breves fragmentos intrincados encabezados por frases en itálica que se insertan en una narración que alterna pasajes y frases en paréntesis, con extractos a su vez en diversas lenguas, incluida el latín, Leviatán-Espejos negros, publicada originalmente en 1951 -en España lo fue 50 años más tarde gracias a la traducción de Florian von Hoyer y Guillermo Piro para la editorial Minotauro- ofrece una visión crítica, desesperanzada de la sociedad, fruto del trauma de la Segunda Guerra Mundial y de los albores de la era nuclear, a través de una lectura vitalista cuyos ecos ominosos reverberan oportunos, al modo de una llamada de atención, en el momento actual.
Déjame decirte
Qué dices
Quién lo diría
Ya te dije
No lo digas dos veces
Dicho queda
A bueno se lo vas a decir
Qué quieres que te diga
No he dicho eso
No digo ni que sí ni que no
Tú dirás
Tú di lo que quieras
Mejor no digas nada
ETERNIDAD PROVISIONAL
Un hombre y una mujer estaban acostados en la cama. "Sólo una vez más", dijo el hombre, "sólo una vez más". "¿Por qué sigues diciendo eso", dijo la mujer. "Porque no quiero que termine nunca", dijo el hombre. "¿Qué es lo que no quieres que termine?", dijo la mujer. "Esto", dijo el hombre, "este no querer que termine nunca".