Ahora que las declaraciones entre rancias y mega-rancias que ha hecho Joaquín Sabina, y sus decisiones ante su inminente gira, parecen haber soliviantado a tantos de sus seguidores, me ha parecido oportuno subir este microrrelato -Cariño, dime que no es verdad- que escribí hace algunos años. Dice así:
Asistían al único concierto en España de SU grupo, aquel que tanto había contribuido a forjar su identidad. Tenía todos sus discos, imitaba su “look” y en secreto agradecía que no hubieran conocido el éxito masivo porque ello estrechaba su relación.
Mientras cerca del escenario, con los ojos cerrados, bailaba extasiado al ritmo de “Getting High”, un temazo de su época psicodélica, hasta se olvidó de la inquietud que le producía no saber dónde dormirían esa noche. Fue al abrirlos, sólo un instante, cuando recibió la sacudida.
En el palco que parecía habilitado como zona vip distinguió de pie, aplaudiendo, siguiendo con torpeza el ritmo de la música, a alguien que guardaba un parecido extraordinario con el presidente del gobierno: la misma melenilla ridícula, la camisa de marca con el logo bien visible, los pantalones abotonados a la altura del ombligo, las pulseritas de colores en la muñeca. Para entonces había dejado de bailar, sus ojos como platos, porque sí, aquel tipo era el mismísimo...
“Qué, ¿te ha subido?”, le llegó la voz de Eva justo cuando Harry Lee estiraba el solo de guitarra. “¿El qué?” respondió abstraído como si ella habitara otro mundo. “El hongo, ¡qué va a ser!”
Sirva para ambientar a los seguidores de Sabina cuando vean a Andrea Levy y a Marta Rivera de la Cruz bailar en la zona vip en su próximo concierto.
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