De António Lobo Antunes apenas había leído su ópera prima, Memoria de elefante, suficiente, no obstante, para corroborar que se trata de un autor “muy suyo”, uno de esos escritores con un estilo y un mundo propios, aunque entonces fuera todavía en ciernes. Por si me quedaba alguna duda, la lectura de ¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?, una novela suya de madurez publicada originalmente en 2009 y en España en 2012 (Literatura Mondadori) con la traducción de Antonio Saéz Delgado, ha venido a confirmar esa aureola que envuelve al veterano escritor portugués que ya se vislumbraba entonces.
Sabedor, por tanto, de que se trataría de una lectura exigente, me atrajo su temática: el retrato de una familia venida a menos compuesta por siete miembros, u ocho si incluimos a Mercília, la anciana asistenta que lleva con ella toda la vida y que bien pudo ser la hija bastarda del bisabuelo de los Marques; o nueve, si contamos al joven, también bastardo, que irrumpe en el tramo final de la novela desde la finca en la que el padre de familia se dedica a la cría de toros de lidia -la novela está estructurada como una réplica del desarrollo de una corrida de toros-.
A través de una sucesión de voces correspondientes a los distintos miembros de la familia, Lobo Antunes se vale de un discurso vagamente inconexo, introspectivo, reiterativo, obsesivo por momentos, evocador y nostálgico en otros, intercalado con esbozos de diálogo o interpelaciones que en ningún caso se extienden más allá de una simple frase, como reflejando así la incomunicación en la familia. En lugar de intercambios nos encontramos con una sucesión de monólogos ensimismados que se alternan y, por momentos, se intercalan con una mezcla de familiaridad y extrañeza.
El padre distante y mujeriego, derrochador, adicto al juego de la ruleta, obsesionado con el número diecisiete; la madre fría y amargada, de buena posición por herencia, que sólo encuentra solaz en los ratos que pasa con la mujer que le visita para hacerle la manicura; Francisco, el primogénito que liquidará los restos del patrimonio familiar según le convenga; Beatriz, fracasada sentimentalmente tras dos matrimonios fallidos; Joaizinho, hijo homosexual entregado a sus escarceos con chicos en el parque; Rita, delicada de salud y fallecida de forma prematura y, por fin, Ana, siempre de visita en el descampado a fin de satisfacer su adicción a la heroína. Y Mercília, claro, omnipresente durante la infancia de los hijos hasta ser despedida tras convertirse en un estorbo dada su avanzada edad. Todos ellos alternando sus vicisitudes entre la casa en la ciudad y en la finca.
¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar? -el título hace referencia a una visión alucinada y obsesiva que tiene Beatriz-, constituye una lectura al mismo tiempo exigente y gratificante. Si cada familia es desgraciada a su manera, ésta lo es al modo de Lobo Antunes. A juicio del lector queda decidir si la historia y los numerosos hallazgos que contiene compensan el discurso narrativo inconexo, un tanto abstruso, y ese frecuente tratar de identificar el personaje al que corresponde en cada momento la voz narrativa.