viernes, febrero 23, 2024
la cama sin hacer / the bed undone
viernes, febrero 16, 2024
Extracto de Una ciudad del norte, Pedro Ugarte
Qué aguda esta observación de Pedro Ugarte en su novela Una ciudad del norte (Sloper).
Mi única duda es si no será una cuestión de personalidad, más que de educación.
domingo, febrero 04, 2024
Una gran alegría
Herman Hesse es un autor que me marcó como lector, mucho, al leerle en una edad crucial en mi formación, gracias al impacto que me produjeron novelas suyas como Demian o el Lobo estepario, también Peter Camenzind o Narciso y Goldmundo. En concreto, la lectura de Demian con 16 o 17 años -recuerdo que entonces estaba en 3º de BUP- me conmocionó. Tras acabarla permanecí como obnubilado durante días. Descubrí gracias a ella que el efecto de una ficción podía ser en mí tan poderoso, o aún más, que la propia realidad. Intuyo que a partir de entonces busqué en otros libros reeditar la emoción que me había producido aquel, revivir semejante turbación. Quién sabe si aún hoy, de forma un tanto inconsciente, aún lo hago.
Con el paso del tiempo, como es lógico, aquel chico impresionable fue cambiando, madurando -cabe pensar, aunque esto último tampoco lo tengo claro- y el recuerdo de aquellas lecturas acabó por disiparse. Las novelas de Herman Hesse quedaron para mí ligadas de forma estrecha a una etapa temprana de mi vida. Pese a que nunca olvidé el efecto que su lectura tuvieron en mí y por ello me sentía agradecido, algo me desaconsejaba probar a releerlas. El temor, supongo, a sentirme defraudado o a encontrarlas superadas por las circunstancias, a ver desvanecerse su magia ante mis ojos, como tantas veces sucede con las lecturas tempranas que en su día sentimos como cruciales en nuestra formación. Releí, sí, Demian -no lo pude evitar- pero desistí de probar con las otras.
De ahí ahora mi sorpresa, y mi alegría, al leer y disfrutar, después de tantos años, de la obra de Herman Hesse. Como a menudo ocurre fue el azar quien me trajo de vuelta a él, al encontrarme con un libro suyo de segunda mano, un volumen que contiene una compilación de artículos, comentarios de viajes y reflexiones varias, por el módico precio de 1 euro -más barato no te lo puedo dejar, me dijo el vendedor, y sólo pude asentir-. Su autor, después de todo, mantenía cierto influjo pasados los años. Pensé en leerlo a trompicones, a ratos sueltos, sin grandes expectativas, uno de esos libros que pueden permanecer durante meses o incluso años por ahí cerca, del que echar mano como comodín entre otras lecturas. Pero he ahí que fue empezarlo y buscar darle cierta continuidad. Los temas y asuntos que trata no me entusiasman pero su personalidad, sí, la forma de verlos, de enfocarlos, de reflexionar sobre ellos, su sensibilidad, en definitiva, esa que ya me cautivara entonces.
La experiencia me ha hecho feliz, que un autor que creía superado haya regresado con fuerza, esta vez a través de sus ensayos. Hasta el punto de que hoy me planteo probar a leer El juego de los abalorios, la única gran novela suya que en su día dejé al poco de empezar y que, por tanto, me falta para encajar el puzzle. Aunque atenuada, como corresponde a mi edad actual, y adaptada al género literario del ensayo, he revivido algo de la fascinación que entonces sentí. Sí, podría afirmar que Pequeñas alegrías ha sido un poco el equivalente a Demian, esta vez ya en mi avanzada madurez.
“Hubo periodos en que el odio parecía ser la norma obligada, y el fanatismo la actitud a adoptar; el que no era capaz de tales fórmulas y actitudes, quedaba barrido de la actualidad”. (Saludo desde Berna, 1917).
“...pensaba que debíamos estudiar al pueblo chino como a un competidor de igual valía que nosotros, que podía ser nuestro amigo o nuestro enemigo, pero que en todo caso podía beneficiarnos o perjudicarnos enormemente”. (Recueros de Asia, 1914).
“Estamos en otoño, huele a marchito, a cabello gris, a jubileos, a cementerio”. (Otoño, naturaleza y literatura, 1926).
“Y justamente aquellos que se dicen más patriotas aplican la palabra vejatoria a los más nobles movimientos de la Alemania actual, a los ideales que evocan y suscitan algo diferente y mejor que una próxima guerra”. (Otoño, naturaleza y literatura, 1926).
“...la protesta del poeta contra el general, contra el banquero, contra el ingeniero, contra la máquina calculadora, la protesta del corazón contra la tosquedad y la pobreza de eso que hoy se llama vivir”.(Hacer las maletas, 1926).
“Tampoco sabía que a la vuelta de unos años vendría la guerra y destruiría y empobrecería nuestra vida y que la mayoría de sus participantes quedaría encandilada con ella, y una vez terminada estarían firmemente decididos a no sacar lección alguna”. (Recuerdo de un peregrinaje a pie, 1932).