domingo, febrero 04, 2024

Una gran alegría

 

Herman Hesse es un autor que me marcó como lector, mucho, al leerle en una edad crucial en mi formación, gracias al impacto que me produjeron novelas suyas como Demian o el Lobo estepario, también Peter Camenzind o Narciso y Goldmundo. En concreto, la lectura de Demian con 16 o 17 años -recuerdo que entonces estaba en 3º de BUP- me conmocionó. Tras acabarla permanecí como obnubilado durante días. Descubrí gracias a ella que el efecto de una ficción podía ser en mí tan poderoso, o aún más, que la propia realidad. Intuyo que a partir de entonces busqué en otros libros reeditar la emoción que me había producido aquel, revivir semejante turbación. Quién sabe si aún hoy, de forma un tanto inconsciente, aún lo hago.

Con el paso del tiempo, como es lógico, aquel chico impresionable fue cambiando, madurando -cabe pensar, aunque esto último tampoco lo tengo claro- y el recuerdo de aquellas lecturas acabó por disiparse. Las novelas de Herman Hesse quedaron para mí ligadas de forma estrecha a una etapa temprana de mi vida. Pese a que nunca olvidé el efecto que su lectura tuvieron en mí y por ello me sentía agradecido, algo me desaconsejaba probar a releerlas. El temor, supongo, a sentirme defraudado o a encontrarlas superadas por las circunstancias, a ver desvanecerse su magia ante mis ojos, como tantas veces sucede con las lecturas tempranas que en su día sentimos como cruciales en nuestra formación. Releí, sí, Demian -no lo pude evitar- pero desistí de probar con las otras.

De ahí ahora mi sorpresa, y mi alegría, al leer y disfrutar, después de tantos años, de la obra de Herman Hesse. Como a menudo ocurre fue el azar quien me trajo de vuelta a él, al encontrarme con un libro suyo de segunda mano, un volumen que contiene una compilación de artículos, comentarios de viajes y reflexiones varias, por el módico precio de 1 euro -más barato no te lo puedo dejar, me dijo el vendedor, y sólo pude asentir-. Su autor, después de todo, mantenía cierto influjo pasados los años. Pensé en leerlo a trompicones, a ratos sueltos, sin grandes expectativas, uno de esos libros que pueden permanecer durante meses o incluso años por ahí cerca, del que echar mano como comodín entre otras lecturas. Pero he ahí que fue empezarlo y buscar darle cierta continuidad. Los temas y asuntos que trata no me entusiasman pero su personalidad, sí, la forma de verlos, de enfocarlos, de reflexionar sobre ellos, su sensibilidad, en definitiva, esa que ya me cautivara entonces.

La experiencia me ha hecho feliz, que un autor que creía superado haya regresado con fuerza, esta vez a través de sus ensayos. Hasta el punto de que hoy me planteo probar a leer El juego de los abalorios, la única gran novela suya que en su día dejé al poco de empezar y que, por tanto, me falta para encajar el puzzle. Aunque atenuada, como corresponde a mi edad actual, y adaptada al género literario del ensayo, he revivido algo de la fascinación que entonces sentí. Sí, podría afirmar que Pequeñas alegrías ha sido un poco el equivalente a Demian, esta vez ya en mi avanzada madurez.



“Hubo periodos en que el odio parecía ser la norma obligada, y el fanatismo la actitud a adoptar; el que no era capaz de tales fórmulas y actitudes, quedaba barrido de la actualidad”. (Saludo desde Berna, 1917).

“...pensaba que debíamos estudiar al pueblo chino como a un competidor de igual valía que nosotros, que podía ser nuestro amigo o nuestro enemigo, pero que en todo caso podía beneficiarnos o perjudicarnos enormemente”. (Recueros de Asia, 1914).

“Estamos en otoño, huele a marchito, a cabello gris, a jubileos, a cementerio”. (Otoño, naturaleza y literatura, 1926).

“Y justamente aquellos que se dicen más patriotas aplican la palabra vejatoria a los más nobles movimientos de la Alemania actual, a los ideales que evocan y suscitan algo diferente y mejor que una próxima guerra”. (Otoño, naturaleza y literatura, 1926).

“...la protesta del poeta contra el general, contra el banquero, contra el ingeniero, contra la máquina calculadora, la protesta del corazón contra la tosquedad y la pobreza de eso que hoy se llama vivir”.(Hacer las maletas, 1926).

“Tampoco sabía que a la vuelta de unos años vendría la guerra y destruiría y empobrecería nuestra vida y que la mayoría de sus participantes quedaría encandilada con ella, y una vez terminada estarían firmemente decididos a no sacar lección alguna”. (Recuerdo de un peregrinaje a pie, 1932).

2 comentarios:

nadie dijo...

Me ha encantado el artículo, esa manera de imbricar nuestras lecturas con el paso del tiempo y la propia biografía. También la selección de citas, de inquietante "actualidad". Curiosamente, no hace mención al único libro de Hesse que he leído, "Siddhartha". Supongo que pocos libros son capaces de explicarnos la misma historia de forma diferente a lo largo de nuestra vida, y a veces incluso pueden estar asociados a situaciones que preferimos olvidar. Lo dicho, felicidades por la reseña. Un cordial saludo.

Il Gatopando dijo...

Gracias, Nadie, por su comentario. Es que Herman Hesse me toca muy de cerca, o muy adentro, y descubrir a estas alturas que no lo tenía tan superado como pensaba me ha producido una gran satisfacción. En efecto, leí también en su día Siddharta pero no me dejó la huella que me dejaron otras novelas suyas. A lo mejor debería volver a leerla, de hecho tengp un ejemplar en casa. En el libro de ensayos que reseño se refiere también a sus viajes por Asia y, en concreto, por la India. En este sentido fue un adelantado a su tiempo.

El viernes estuve en la Cuesta de Moyano, donde están los puestos de venta de libros de viejo en Madrid, y vi dos volúmenes de Hesse con artículos y reflexiones sobre la guerra ya que su postura anti-belicista, en su día, le reportó muchas críticas y problemas. Esa actitud suya y esa situación que atravesó puede, lamentablemente, recobrar actualidad a modo de ejemplo a la luz de ciertas dinámicas en las que parecemos estar entrando.

Así es que la impresión de que Hesse sigue vigente y que aún me quedan cosas por descubrir después de tanto tiempo me reconforta aunque, lamentablemente, en parte sea debido a los malos augurios que me parece detectar en el panorama nacional e internacional.

Ya ve, y no me extiendo más, que es un autor que me despierta las ganas de escribir y de reflexionar.

Gracias, una vez más, por sus amables palabras.

Un saludo cordial