domingo, julio 28, 2024

¿Para quedarse? / To stay?


La hora de la mentira

ha llegado, 

en plan,

la hora de la verdad.



The time of lie

has arrived

as in

the time of truth

sábado, julio 20, 2024

La muerte en Venecia, Thomas Mann

 

La muerte en Venecia, la popular novela corta de Thomas Mann, ofrece una reflexión, una exaltación más bien, sobre el efecto de la belleza en una persona sensible -un esteta encarnado en un maduro y solitario escritor que ha obtenido el reconocimiento-, que a su vez da pie a teorizar sobre la inspiración y la creación literaria. Todo ello bajo el influjo de la muerte -la novela arranca junto a un cementerio y culmina con el fallecimiento de Aschenbach, su protagonista-, como un viaje que encuentra su culminación en la preciosa y decadente ciudad de los canales como escenario.

En sus cinco capítulos, el escritor alemán narra el repentino deseo de viajar por parte del escritor a raíz de su visión de un hombre de aspecto peculiar junto a un cementerio, describe su perfil y el de su carrera literaria, sus dudas y devaneos hasta instalarse en un hotel junto a la playa veneciana de el Lido, explora la obsesión que en él despierta Tadzio, un joven muchacho polaco y, por fin, concluye la narración con su descenso al abismo en la hermosa ciudad corrompida por la peste.

Podría describirse Muerte en Venecia como una historia de amor platónico entre un señor ya maduro y un muchacho. Dos seres que no han tenido oportunidad de cruzar una sola palabra -el personaje de Tadzio no deja de ser una especie de espectro luminoso- y sin embargo han establecido un vínculo en forma de “una curiosidad sobreexcitada e inquieta”, propia de quienes “se encuentran y se observan cada día, a todas horas” pero se ven obligados a “fingir una indiferente extrañeza”.

Es también la historia de un arrebato, de una fascinación, una obsesión que se apodera de la voluntad de quien la padece, con un efecto embriagador no muy distinto al producido por una interminable borrachera, que no solo trastoca su habitual forma de proceder sino que acaba por ponerla patas arriba en un estado próximo a la enajenación. Una especie de síndrome de Stendhal enfocado en la hermosura física de un efebo que se desarrolla, a su vez, en un escenario de indudable belleza si bien sometido a unas condiciones extremas, mal disimuladas por los lugareños, en forma de pandemia.

Resulta un tanto desconcertante que el efecto fulminante que Tadzio ejerce sobre Aschenbach no parece tener precedente. La fascinación que éste siente por aquel es repentina, inmediata, no hay nada que nos haga pensar que algo ni remotamente similar le hubiera podido ocurrido en el pasado. Tan solo sabemos que estuvo casado, que su mujer falleció y que tiene una hija.

Como ocurre con todo enamoramiento, la obsesión de Aschenbach por Tadzio es también producto de una idealización: “Pues el hombre ama y respeta al hombre mientras no se halle en condiciones de juzgarlo, y el deseo vehemente es el resultado de un conocimiento imperfecto”. Lo llamativo es que el muchacho no solo acepta el interés que despierta en Aschenbach sino que al sentirse objeto de su admiración, participa de ella, la alimenta a través de un sutil flirteo con el escritor.



La diferencia de edad es el rasgo más llamativo, y polémico, al margen de que es entre dos hombres, de la atracción que Aschenbach siente por Tadzio, pues el muchacho polaco de aspecto un tanto frágil y arrebatadora belleza tiene apenas catorce años. Representa así, en cierto sentido, un precedente respecto a Lolita, de Vladimir Nabokov. Se trata, en cualquier caso, de una relación platónica en el sentido más estricto, no se infringe nada más allá de una supuesta rectitud moral. Tampoco hay lugar para el escándalo al tratarse de una atracción de la que solo son conscientes las dos personas implicadas, con la excepción quizás de la madre del joven. No obstante, ello invita a pensar cómo sería recibida la novela en su momento -fue escrita en 1912.

A fin de explorar el tema de la belleza, Thomas Mann recurre a las enseñanzas de la antigua Grecia, a las palabras de Sócrates a Fedro, recogidas por Platón, en torno al deseo y la virtud, en las que reconoce que la Belleza como objetivo conduce al abismo, en la medida en que para el hombre sensible no hay más opción que entregarse a ella sin reparar en las consecuencias. No es el único caso en la narración en que el autor introduce una penetrante reflexión sobre un determinado asunto o idea. Por momentos, el ensayo parece adentrarse en la ficción.

Más dudas ofrece quizás la visión un tanto desdeñosa que el autor ofrece respecto de las maneras y falta de profesionalidad que parece aquejar a la mentalidad meridional -el falso gondolero que a su llegada desobedece las instrucciones de Aschenbach y le transporta hasta el hotel, el equívoco con su valija que acaba siendo enviada a un destino erróneo-, vista desde la perspectiva de un riguroso europeo del norte.

La supuesta superioridad reaparece cuando los septentrionales aparecen como los mejor informados y los más perspicaces acerca de la realidad de una pandemia que las gentes de otras latitudes, sean italianos o polacos, no parecen captar o, aún peor, colaboran en promover el engaño. La condena de Aschenbach parece venir, en parte, al desobedecer su propia naturaleza e insistir en quedarse en Venecia una vez los veraneantes alemanes se han marchado.

Mann racionaliza en La muerte en Venecia los sentimientos y la visión de un esteta y con una precisión rica a su vez en simbolismos -la decadencia y corrupción de Aschenbach como paralelismo a la de una Venecia cada vez más insalubre-, valiéndose de un relativo distanciamiento proporcionado por el empleo de la tercera persona en tiempo pasado, con un enfoque por momentos didáctico disecciona su apasionada experiencia llevada al límite. Dicho contraste marca el tono de la novela.


lunes, julio 15, 2024

heroína y nostalgia adulterada / adulterated heroin and nostalgy

En los años 80 y 90 buscaban que compráramos heroína adulterada; hoy hay quien se empeña en que compremos nostalgia adulterada de aquellos años.


In the 80's and 90's they sought us to buy adulterated heroin; today there is who insists on us buying adulterated nostalgy from those years.


domingo, julio 07, 2024

Una experiencia lectora compartida

 

La lectura de Demian cuando tenía diecisiete años supuso un hito en mi trayectoria, entonces incipiente, como lector, así como un aldabonazo en mi conciencia, la de un adolescente sensible e impresionable. Pese al paso del tiempo, no he olvidado la conmoción que me provocó, como no la había sentido hasta entonces, y no abundaré ahora en el cliché de la novela que se diría escrita ex profeso para un determinado lector. Descubrí así que la ficción podía llegar a ser más poderosa en mi conciencia que la propia realidad, y lo cierto es que durante varios días me resultó difícil separar la una de la otra, tal fue el modo en que la primera se inmiscuyó en la segunda.

Entonces no fui muy consciente de las razones que produjeron en mí semejante impacto, tampoco de las claves de la novela que lo justificaran. Me limité a sentir, más bien a saborear con asombro y en soledad, al no serme posible compartir la experiencia, el efecto, la turbación que me produjo y que intenté reeditar al leer casi todo el resto de la obra de su autor, Herman Hesse. En ocasiones me pregunto si al abordar la lectura de una novela no buscaré de alguna manera reeditar el hito, el efecto que la lectura de Demian me produjo entonces, al modo de un listón fijado de por vida en una prueba de salto con pértiga.

No es de extrañar el vértigo que me asaltó al proponerme pasado el tiempo leer de nuevo Demian. Una empresa de alto riesgo esa de leer una novela que marcó o, mejor dicho, que definió una etapa de tu vida, dada la dificultad de reeditar el hito, la posibilidad de sufrir una decepción o incluso de sentirte absurdo ante la incapacidad de comprender los motivos que un día la dotaron de tanto significado. Y es que ante un caso así resulta inevitable tratar de esclarecer el misterio, más allá de la incógnita que supone leer la misma novela en dos etapas distantes de tu vida.

He aquí, sin embargo, que las circunstancias de la vida me permitieron abordar esta vez la relectura de Demian en la compañía de otra persona cuya edad se aproxima a la que tenía yo cuando la leí por primera vez. Ello me permitiría compaginar mi visión ya maleada, o al menos condicionada, respecto a Demian con la mirada fresca de mi lector cómplice. Claro que ello introducía un nuevo riesgo o complejidad: ¿habría resistido la novela el paso del tiempo?, ¿se mantendría su mensaje relevante para una persona joven en la actualidad?, ¿se produciría un disonancia significativa en cuanto a la experiencia para uno y otro?



Mis dudas no tardaron en disiparse al constatar pronto que mi lector cómplice se revelaba como tal en todo el sentido del término, de modo que mi mirada se hizo ambigua al adentrarme en la novela tanto a través de sus ojos como de los míos. Enseguida entendí así, a través de él, que el mensaje de Demian seguía vigente. Aún más sorprendente fue comprobar que el interés que la lectura provocaba en él, de un modo similar o comparable al que en su día produjera en mí, contribuía a desarrollar la complicidad entre ambos. Antes de darme cuenta me hallaba inmerso en una lectura a tres bandas: la mía en el tiempo actual, en relación a la mía de entonces, y a la del lector cómplice también en el momento actual. Ello me permitía comunicarle mi experiencia desde mi visión actual y pasada mientras que él, por su parte, sin saberlo, apelaba también a mi yo actual y a mi yo del pasado, pudiendo así yo enriquecer su lectura.

De tal forma, la conexión a tres bandas fluyó a plena satisfacción, al ayudarme la experiencia del lector cómplice a comprender a mi yo lector del pasado, del mismo modo que este último contribuía a reforzar y a enriquecer la experiencia de aquel bajo la supervisión del yo lector actual. La aportación desde cada uno de los vértices del triángulo convirtió la lectura en una experiencia rica y completa. Aún más importante fue constatar la vigencia de Demian, de su mensaje como novela de formación, en especial para alguien en la adolescencia tardía o primera juventud. No solo llegué así a comprender los motivos por los que en su día su lectura me produjo semejante turbación sino que me hizo posible transmitírselos de forma complementaria a la experiencia de mi lector cómplice. Como en un juego de espejos, se produjo así una complicidad absoluta de mi yo lector actual con mi lector cómplice y con mi yo lector del pasado, mientras que la turbación experimentada por mi lector cómplice me permitió revivir la sentida entonces por mi yo lector del pasado, contribuyendo así a romper la sensación de soledad que entonces acompañara a mi lectura.

Aunque, bien pensado, la identificación resultante de la lectura de Demian no fue a tres bandas, sino más bien a cuatro, transformándose el triángulo en cuadrado si tenemos en cuenta también la comunicación que se produjo entre nosotros tres con el autor. Sí, Herman Hesse se encargó de cerrar el círculo, si seguimos ateniéndonos a una figura geométrica, de modo que la escala temporal se amplió de manera significativa, al igual que la amplitud de la conexión ahora a cuatro bandas.


(Esta entrada complementa la reseña de Demian, del 23 de junio de 2024).