martes, septiembre 24, 2024

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, Mónica Ojeda

 

Mientras la vida en las ciudades de la costa en Ecuador se ha vuelto imposible debido a una interminable ola de violencia y asesinatos promovida por el narcotráfico, numerosos jóvenes acampan en un remoto páramo para asistir a un singular festival de música y baile en el que los ritmos más modernos y tradicionales se funden con las experiencias esotéricas y alucinatorias propias del chamanismo. La entrega absoluta a la música y el baile se erige en el asidero para una juventud en busca de sensaciones que huye de la muerte y que anhela expandir su conciencia a través de una experiencia catártica.

Algo así vendría a ser la premisa de Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, la singular última novela de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, publicada por Random House Mondadori este 2024. Una novela de contrastes que incide en el escapismo y en la iluminación como vía alternativa para una juventud herida, desorientada ante la imposibilidad de aclimatarse a una realidad que es un callejón muerto. Una vía que no tarda en desdoblarse en huida hacia adelante, más al filo cada vez entre la luminosidad brillante e intensa y la oscuridad densa e impenetrable.

Si en los años 60 amplios sectores de la juventud urbana occidental buscaron ensanchar la percepción de la realidad, ayudados por el consumo de drogas, en un entorno de creciente bienestar social y económico, en Chamanes eléctricos en la fiesta del sol lo hace con cierta desesperación, como si no hubiera ya marcha atrás dada la ausencia de una alternativa válida, de una realidad viable. De ahí el contraste entre un remoto entorno natural virgen, de muy difícil acceso, imponente como escenario pero amenazador dado su origen volcánico, de difícil adaptación para jóvenes urbanitas, frente a unas ciudades postradas ante la violencia y el crimen.

Se centra, por tanto, la novela de Mónica Ojeda en un viaje: externo -la marcha hacia el entorno de los volcanes en busca de parajes más remotos y vírgenes cada vez- pero también interno -la búsqueda de sus protagonistas y el descubrimiento personal de Noa, de su naturaleza chamánica, a raíz de su experiencia en las montañas y el posterior redescubrimiento del legado de sus ancestros tras el reencuentro con un padre que vive aislado del mundo-. Su originalidad radica en el modo en que se narran ambas experiencias a través de imágenes y sensaciones visionarias, alucinatorias, en el caso de la experiencia en las montañas, de una enorme fuerza expresiva que a menudo linda con la poesía en prosa y el discurso ensimismado, casi eremítico, de un padre que ha sustituido la comunicación con seres humanos por un diálogo con la naturaleza.


La narración, coral, escrita en primera persona desde la experiencia de los jóvenes en las montañas, alterna con un episodio en clave intimista en torno al abandono paterno y al difícil reencuentro entre padre e hija, proporcionando un sentido o clave a la experiencia personal de una de las protagonistas, Noa, al entrar en contacto con su auténtica naturaleza, con sus dotes de brujería. En cierto sentido, la novela lo es también de iniciación en forma de viaje, tiene un componente de bildungsroman.

Los límites de la amistad, la soledad, el sentimiento de culpa, son temas adicionales que emergen en la narración, además de la pasión por la música y el baile, de su sentido, desde las danzas más rituales y esotéricas de Ecuador, rayanas en el chamanismo, hasta la música y el baile entendidos desde la óptica más actual, a caballo entre los festivales y las raves. El resultado es una especie de fusión o de totum revolutum de distintas tradiciones y culturas musicales. La narración sufre un poco al intercalar algún pasaje referente a artistas o músicos reales, insertos en un discurso tan iluminado se antojan un tanto impostados.

Las montañas como remotos escenarios para estar lo más alto posible (higher and higher) -el salvajismo ya se encarga de campar a sus anchas en la vida en sociedad en las ciudades-, terremotos y volcanes como potenciales fuente de inestabilidad, amenaza constante y recordatorio de la fragilidad de la experiencia, de la existencia, la fuerte presencia del mundo animal, a caballo entre lo real y lo figurado, las peculiaridades chocantes en la composición y en el uso de los instrumentos musicales, de los cantos más inspiradores, el misterio acerca de quienes fueron dados por desaparecidos tras asistir a festivales previos... La multitud de elementos que se ofrecen con potencial simbólico, susceptibles de albergar interpretaciones colaterales, enriquecen una narración plena de vitalidad que a lo largo de casi 300 páginas cabalga/oscila entre la posibilidad de alcanzar la lucidez más reveladora y el desvarío más profundo.


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