Recurrir a la escritura para llenar un vacío, una ausencia, a través de un impulso fraterno, es la razón de ser de Nela 1979, la novela de Juan Trejo publicada por Tusquets este 2024. El vacío dejado por su hermana Manuela, unos años mayor que él, de la que apenas guarda algún recuerdo tras haberse ella marchado de casa siendo aún menor de edad y habiendo fallecido de forma prematura con tan solo veintiuno años.
Tal es la tarea que el autor se propone contraviniendo el parecer de su anciana madre, partidaria de dejar a los muertos en paz. Y es que Nela se unió por propia voluntad al batallón de los prescindibles, aunque ella entonces no lo supiera, seres inconformistas, incómodos, ávidos de experiencias en un país inmerso en un proceso de transformación, en el que después de una interminable dictadura parecían al fin despuntar horizontes de libertad y de modernidad.
Al seguir la pista a Nela, la novela indaga en aquel sustrato ácrata, contracultural, que echó raíces en Barcelona en los años de la Transición, en una sociedad convulsa e ilusionada, pero también ingenua, vulnerable, en la que arraigó una subcultura joven, contestataria, imaginativa, que a la postre acabaría arrasada víctima de los estragos propiciados por la aparición de la heroína.
Es por ello que la inmersión en aquel tiempo y lugar resulta siempre dolorosa, las consecuencias fueron fatales para tantos jóvenes. El dolor se hace extensible a sus familias, en particular a unos padres incapaces de afrontar, de comprender las motivaciones de unos hijos e hijas que sólo parecían dar problemas, además de cuestionar su autoridad, a lo que se añadía un insoportable sentimiento de culpa una vez fallecían víctimas de los excesos con la droga.
Esa es la situación que hubieron de afrontar los padres de Nela y del propio autor, Juan, como tantos otros en la España de entonces, en su calidad de emigrantes extremeños instalados en Barcelona, en su caso, por lo que cabe añadir un vago sentimiento de alienación. Al choque de culturas producto de la emigración, le sucede un choque de mentalidades intrafamiliar protagonizado por Nela, al que no saben cómo dar respuesta, para el que no están preparados.
Todo ese dolor ahí concentrado, incrustado, al que no hubo ni ha habido manera de dar salida, es una de la razones de que aquellas circunstancias hayan permanecido en el olvido. Tampoco los supervivientes muestran gran interés en hablar de todo aquello, como el autor tiene oportunidad de comprobar. Por otro lado, está el deseo de mantener oculta la cara B de la transición, de mantener sus miserias bien ocultas bajo la alfombra no vaya a deslucir el relato triunfal de la misma, a corroer los cimientos de su decorado de cartón piedra.
Es ese el entorno en el que Juan Trejo se sumerge a través de una narración discursiva, en primera persona, a base de recuerdos, intuiciones, pesquisas e imaginación, haciendo al lector partícipe del proceso de construcción de la biografía de Nela y, en parte, de sí mismo, de su bagaje familiar, en clave de testimonio, de forma amena y sin más complicidad de la necesaria, esto es, sin sentimentalismos, por qué no decirlo. Todo ello en torno a tres escenarios: la Extremadura rural de la que procede su familia, la Barcelona de los años de la transición y Génova, adonde Nela se trasladó con su novio italiano, también heroinómano, donde décadas más tarde el autor halla una inesperada complicidad.
Las instituciones implicadas no parecen tener gran interés en colaborar a la hora de desentrañar las circunstancias que rodearon al fallecimiento de Nela en un hospital de Valencia. Se escudan para ello en el paso del tiempo, en farragosos trámites burocráticos o en su condición de drogadicta. Al fin se extiende la sospecha, o al menos la posibilidad, de que algún tipo de negligencia médica pudo influir en su muerte, como si la vida de una drogadicta valiera la mitad de la mitad. Ya hemos dicho que Nela, por sus elecciones vitales, se integró en el batallón de los prescindibles y a él parecía condenada hasta que, una vez más, la literatura se propuso dar voz a aquello o a aquellas de quienes no se habla y rescatarla del olvido.
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