Una de las peculiaridades de los sistemas democráticos es que a menudo los responsables de grandes desaguisados no comprueban sus temibles efectos cuando aún ostentan la responsabilidad de gobierno sino que se los legan a sus sucesores, a menudo de distinto color político. Pienso en Margaret Thatcher y su laminación de los servicios públicos en la Gran Bretaña de los ochenta; pienso en Ronald Reagan y su creación de déficits estratosféricos; pienso en José María Aznar sentando las bases de una formidable burbuja inmobiliaria que Rodríguez Zapatero, una vez llegado al poder, decidió cabalgar en lugar de domar; pienso en Esperanza Aguirre y su laminación –la Thatcher es su referente, no nos engañemos- de la sanidad pública madrileña; pienso, cómo no, en George W. Bush y en la herencia insostenible que ha legado a Barack Obama.
Muchos de los presidentes mencionados se fueron de rositas en incluso hoy gozan de una favorable reputación en amplios sectores. Recordemos que si Aznar salió chamuscado fue por su pésima gestión respecto a un acontecimiento muy concreto y por su tentación de engañar a la sociedad española.
He aquí que hace apenas un año que Obama sucedió a George W Bush y el electorado ya le ha propinado un severo castigo en un estado con fuerte tradición demócrata. Cabe pensar que el electorado no ha visto sus expectativas cumplidas. ¿Cuál es el resultado?, ¿en qué se traduce? En otorgar el puesto para el Senado que estaba en juego al candidato presentado por el partido de George W. Bush.
¿Es justo? Yo diría que no. Es política. Tampoco se entiende que Ted kennedy, eterno representante en el Senado por Massachussetts, fuera un ardiente defensor de la sanidad pública generalizada, testigo recogido por Oabama y cuya defensa le ha costado no pocos quebraderos de cabeza en su primer año de mandato. Pero, claro, los desposeídos en EEUU no votan y no se obtiene, por ello, un beneficio directo.
En mi opinión, lo sucedido es un reflejo de los límites del sistema bipartidista. ¿Hay que castigar a Obama después de sólo un año en el gobierno? Pues la consecuencia es premiar indirectamente al partido que creó a conciencia el tremendo desaguisado durante ocho interminables años y que ahora no hay forma de reconducir. En el fondo no dista mucho de lo que sucede en nuestro país. El desgaste del gobierno en la gestión de la crisis acabará beneficiando a un partido opositor, si es que antes no se le abren las costuras, que no ha hecho absolutamente ningún mérito para ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario