sábado, julio 31, 2010

Matadero-Cinco


No había leído hasta ahora Matadero-5 (Slaugterhouse-Five), la novela más popular de Kurt Vonnegut, que data de 1969. Su publicación fue un gran éxito, impulsado por su impacto en los ambientes universitarios norteamericanos. Merece, por tanto, la pena situarla en un contexto histórico marcado en Estados Unidos por fuertes convulsiones sociales y políticas: las protestas contra la Guerra de Vietnam, el festival de Woodstock, el auge del activismo en defensa de los derechos civiles, de las Panteras Negras, etc.


La novela gravita en torno al devastador bombardeo de la ciudad alemana de Dresde llevado a cabo por la aviación aliada (norteamericana y británica)* en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, del que el propio Vonnegut fue testigo involuntario al hallarse aquel día en la ciudad como prisionero de las tropas alemanas. Cabe pensar por ello que en su día se estableciera un paralelismo entre aquel bombardeo y los que por entonces la aviación estadounidense llevaba a cabo en Vietnam.


Por mi parte me imagino a Vonnegut, como buen escritor, dando vueltas durante años al mejor modo de exponer aquel drama -Dresde era una ciudad sin valor estratégico y las víctimas rondaron las cien mil almas, más que las causadas por la bomba atómica en Hiroshima- del que fue testigo involuntario. Choca por ello un poco que se decantara por hacerlo en tono de farsa, como si ése fuera el mejor modo de hacer digestible una tragedia sin justificación posible. Un disparatado episodio propio de la ciencia ficción más descacharrante se intercala y sirve de contrapunto a la experiencia real del autor en el teatro de guerra, como si a él mismo le costara decidir cuál de aquellas dos historia suena más irreal a sus propios oídos.


En el plano formal, Matadero-5 emplea técnicas meta-literarias mediante las que el autor nos hace partícipes de su consciencia respecto a lo que está escribiendo. Pero el crédito que le concedemos se transforma en incredulidad cuando el mismo autor se refiere a los episodios que su protagonista tiene con extraterrestres y a sus viajes por el tiempo y el espacio. El resultado es una obra disparatada concebida desde un episodio real, justo lo contrario de lo que durante tanto tiempo fue norma en la literatura: recrear la realidad desde la imaginación.


Subyace también en la obra de Vonngut un espíritu de inadecuación, o de inoportunidad. A menudo sus personajes se encuentran en el lugar erróneo en el momento menos indicado, o se trata de seres inadaptados que no encajan en el entorno que les ha tocado en suerte, como si ello hiciera aún más acuciante la necesidad de transmitir su experiencia.


Y, por último, aunque entra dentro de un plano más personal, baste añadir que Kurt Vonnegut era una persona decente y buen amigo de sus amigos. Que se lo pregunten al también escritor Richard Yates, uno de esos seres autodestructivos capaces de demoler cuanta paciencia y sentido de la amistad se le brindara no importa lo necesitado que estuviera de ellas. Vonnegut fue el único de sus colegas que tuvo la templanza suficiente para apoyarle hasta el final.


* Uno se pregunta si las barbaridades cometidas por los aliados no les igualarán a los nazis, aplicando esa regla de tres a la que recurren quienes justifican la barbarie franquista aduciendo que tambén del lado republicano se cometieron atrocidades.

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