En esta ocasión, a fin de ilustrar la implacable conversión de las plazas del centro de Madrid en meras explanadas de piedra o de cemento que desincentivan todo uso que no sea la instalación de terrazas por parte de los establecimientos de hostelería, nos fijamos en la Plaza de San Ildefonso, en el popular barrio de Malasaña.
Las imágenes, creo, hablan por sí solas. Si no es para consumir, acercarse a semejante plaza no tiene ningún sentido. Lo mejor que puedes hacer es seguir caminando y, si estás muy cansado y no tienes dinero, rezar para que en la próxima haya más suerte, que ya te avanzo yo que la vas a necesitar.
5 comentarios:
¿Y qué hacemos entonces los ateos...?
Seguiremos caminando, digo yo.
Abrazo.
Hay que salir de casa con una silla plegable bajo el brazo. Me han dicho que incluso las venden sin anuncio publicitario impreso, ¿ qué más se puede pedir?
Lo de la sillita no parece mala idea; máxime porque no parece lejos el día en que nos multen por sentarnos en el suelo.
En cuanto a los ateos, muy pronto solo nos quedarán las iglesias como sitios aptos para tomarnos un respiro en el centro de la capital; claro que nadie puede esperar que sea a cambio de nada y, después de todo, un poquito de doctrina ¿a quién puede hacerle daño?
Plenamente de acuerdo. Estilo panóptico; son incómodas, calurosas en verano y frías en invierno. También son completamente impersonales, indiferenciables, homogéneas. Matan cualquier peculiaridad de los barrios, son feas y tristes. Pero además permiten dos cosas fundamentales para el "orden" policial: te sientes continuamente vigilado, ya que no hay lugar para la intimidad, y además permite la entrada de vehículos de las fuerzas del orden. Son plazas para el turismo de foto y souvenir y para el consumo fugaz, pero también para el olvido, la falta de experiencia enriquecedora y, además, para la represión. Represión, como digo, en todos sus sentidos: del cuerpo, de la mente, de la imaginación, del recuerdo...
Excelente trabajo, Gatopando, aquí en Barcelona hace años que se dedican a lo mismo, pero al menos te dejan un par de asientos solitarios, a veces encarados y todo, para que puedas charlar o hacerlo ver. De todos modos estoy con Boris: nuestros abuelos no necesitaban de ayuntamiento alguno para montar plaza y sarao correspondiente. Silla plegable bajo el brazo y hala, ¡que vengan a por nosotros!
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