Diez de diciembre, el último libro publicado por George Saunders, recibido en su país
con éxito de público y de crítica y editado en el nuestro por Alfabia, insiste
en la temática y el formato habitual en el escritor norteamericano: diez relatos
que indagan en la fragilidad humana desde una óptica surrealista que combina el
humor y la compasión, al modo de pequeñas tragicomedias que bordean el absurdo
pero hacen diana en el corazón del lector.
El catálogo de debilidades humanas que nos ofrecen los
personajes de Saunders es amplio y variado: el instinto de protección, siempre
en riesgo ante posibles amenazas exteriores, sean reales o imaginarias; los
celos y la envidia que resulta de compararse con vecinos más pudientes, más
exitosos en sus vidas (peer pressure)
junto a la inseguridad de no estar a la altura; el sentimentalismo hacia los
propios hijos; las obsesiones propias que derivan en comportamientos alienantes…
Todo ello inserto en un entramado que comprende los
distintos ámbitos en que se desenvuelve el hombre actual, en los que ha de
interactuar y condicionan su evolución: las relaciones familiares, las
relaciones sociales y las relaciones laborales...
Si lo deseas, puedes leer la reseña completa en el último número de la revista digital de arte y pensamiento espacioluke
-Pero Dante, hijo, ¿para qué demonios sirve eso que vas a estudiar? Mira que vas a tirar tu tiempo y a malgastar tu esfuerzo. ¿En lugar de palabrería por qué no estudias algo de provecho? No sé, médico, ingeniero, arquitecto o, aunque sea, abogado. Cuando te mueras de hambre no me vengas a pedir ayuda. Tú verás. Que conste que yo ya te he avisado, ¿eh?...
-But Dante, my son, what the hell is it worth for that thing you are going to study? Look, you are going to waste your time and energy. Instead of useless words, why don't you study something useful? I don't know, medicine, engineering, architecture or, at least, law. When you are starving don't come to me for help. You'll see. At least I warned you, ok?...
Aquel momento que compartimos en Granada, los dos, extasiados ante los reflejos del sol, aquel atardecer frente a la Alhambra, sobrecogidos por la magia del Albayzín, fue un momento tan especial, tan singular, tan íntimo, que cuando lo revivo aún me pueden las ganas de llorar...; sí, debe ser que soporto mal el privilegio de la felicidad y por ello bloqueo el fluir de la emoción. Fue un momento irrepetible y lo que lo hace tan especial al recordarlo es saber que nos pertenece solo a ti y a mí.
¿Qué te pasa? ¿Por qué callas? ¿Por qué me miras así? ¿Es que tú no lo sentiste? ¿Es que no fue así, tal y como lo cuento? Mirándote, cualquiera pensaría que es que me lo he inventado, o que lo he soñado... Pero ¿por qué no dices nada?
Nuevos indicios parecen confirmar que Dios aceptó durante años sobornos por parte de ciertas almas condenadas a fin de evitar o acortar su estancia en el purgatorio.
New evidence seems to confirm that for years God accepted bribes by some damned souls in order to prevent or shorten their stay in purgatory.
Las nueve historias que conforman el libro El ángel
Esmeralda, la primera colección de relatos publicada por Don Delillo, casi una anomalía
en la larga trayectoria del ya veterano escritor neoyorquino, no se desmarca de sus obsesiones
y escenarios habituales: seres humanos a merced de las circunstancias, a menudo
norteamericanos que se encuentran fuera de su hábitat natural (sea una precaria profesora norteamericana en una
Atenas sacudida por fuertes terremotos, una pareja sometida a imprevisibles
esperas en un lugar exótico debido a la repetida cancelación de vuelos) o
confinados por las circunstancias en escenarios delimitados (cápsulas
espaciales, prisiones, campus universitarios, museos o minúsculos
apartamentos). Seres diversos forzados a compartir un espacio, una
circunstancia, o que buscan interactuar –a menudo con torpeza- con otros seres
a fin de espantar su soledad.
El hilo recurrente de los nueve relatos es la
incomunicación, la imposibilidad de conectar plenamente con el otro, con el
extraño: sea la huidiza muchacha sin techo, Esmeralda, por parte de la monja que
lleva a cabo obras de beneficencia en el Bronx (un relato que, sospecho, fue literalmente
extraído de Submundo, la obra más extensa de Delillo, pese a que ello no se
menciona en el ejemplar que leí); el viejo que camina y al que con su
imaginación tratan de dotar de un sentido los dos estudiantes de lógica en
Medianoche en Dostoievsky; la mujer que asiste a las salas de cine y a la que
se sigue obsesivamente por Nueva York; su compañero de celda o su propia
familia por parte del recluso; su pareja o una desconocida por parte del
turista a merced de una caprichosa línea aérea local; o entre sí por parte de
los dos astronautas en misión bélica.
Seres conscientes de sí mismos, de sus flaquezas, alienados,
siempre en búsqueda aunque ni ellos mismos saben muy bien de qué, presos de una
fuerte inquietud que les empuja al extravío, a caer en conductas impredecibles
que desafían a la lógica y a la postre revelan sus limitaciones. Todo ello
envuelto en un vago cosmopolitismo.
En el momento culminante del último relato –The starveling
(título de compleja traducción)-, el cual gira en torno a dos seres que frecuentan
salas de cine, a menudo a horas poco habituales, el protagonista, tras seguir por
Nueva York durante horas a una mujer con la que ha coincidido en una sala, al tratar de entablar contacto con ella rememora
con cierto detalle las circunstancias en las que diez años antes vio una determinada
película japonesa que dura tres horas y media basada en el secuestro de un
autobús y el trauma que tal hecho provoca en dos niños y el vínculo que a raíz de ello establecen con el conductor, en una sala de cine,
mal atendida, situada en los bajos de una macrotienda de artículos musicales. Recuerda
que aquella vez, al igual que en esta ocasión, los surtidores de agua no funcionaban y por
ello no se pudo lavar las manos, que es la razón por la que ha entrado en el
lavabo de señoras tal y como explica a la mujer –asustada- a la que ha hecho
objeto de sus seguimientos.
Lo sorprendente es que también yo vi dicha película -duró muy poco en cartelera- y en la
misma sala a la que alude el protagonista del relato, la cual, por cierto,
estuvo casi vacía durante la proyección. Se hallaba en los bajos, en el sótano,
de la macrotienda que Virgin, la multinacional de artículos relacionados con la
música, tenía situado en pleno Times Square. La película –casi una experiencia emocional
más que un simple film- está rodada en blanco y negro, se titula Eureka y su
director es Shinji Aoyama. Dura 217 minutos. http://www.filmaffinity.com/es/film639522.html
Jamás había experimentado una forma más efectiva, más
inmediata y poderosa, amén de original, de introducirme en un relato.
El ángel Esmeralda está editado en España por Seix Barral