Las nueve historias que conforman el libro El ángel
Esmeralda, la primera colección de relatos publicada por Don Delillo, casi una anomalía
en la larga trayectoria del ya veterano escritor neoyorquino, no se desmarca de sus obsesiones
y escenarios habituales: seres humanos a merced de las circunstancias, a menudo
norteamericanos que se encuentran fuera de su hábitat natural (sea una precaria profesora norteamericana en una
Atenas sacudida por fuertes terremotos, una pareja sometida a imprevisibles
esperas en un lugar exótico debido a la repetida cancelación de vuelos) o
confinados por las circunstancias en escenarios delimitados (cápsulas
espaciales, prisiones, campus universitarios, museos o minúsculos
apartamentos). Seres diversos forzados a compartir un espacio, una
circunstancia, o que buscan interactuar –a menudo con torpeza- con otros seres
a fin de espantar su soledad.
El hilo recurrente de los nueve relatos es la
incomunicación, la imposibilidad de conectar plenamente con el otro, con el
extraño: sea la huidiza muchacha sin techo, Esmeralda, por parte de la monja que
lleva a cabo obras de beneficencia en el Bronx (un relato que, sospecho, fue literalmente
extraído de Submundo, la obra más extensa de Delillo, pese a que ello no se
menciona en el ejemplar que leí); el viejo que camina y al que con su
imaginación tratan de dotar de un sentido los dos estudiantes de lógica en
Medianoche en Dostoievsky; la mujer que asiste a las salas de cine y a la que
se sigue obsesivamente por Nueva York; su compañero de celda o su propia
familia por parte del recluso; su pareja o una desconocida por parte del
turista a merced de una caprichosa línea aérea local; o entre sí por parte de
los dos astronautas en misión bélica.
Seres conscientes de sí mismos, de sus flaquezas, alienados,
siempre en búsqueda aunque ni ellos mismos saben muy bien de qué, presos de una
fuerte inquietud que les empuja al extravío, a caer en conductas impredecibles
que desafían a la lógica y a la postre revelan sus limitaciones. Todo ello
envuelto en un vago cosmopolitismo.
En el momento culminante del último relato –The starveling
(título de compleja traducción)-, el cual gira en torno a dos seres que frecuentan
salas de cine, a menudo a horas poco habituales, el protagonista, tras seguir por
Nueva York durante horas a una mujer con la que ha coincidido en una sala, al tratar de entablar contacto con ella rememora
con cierto detalle las circunstancias en las que diez años antes vio una determinada
película japonesa que dura tres horas y media basada en el secuestro de un
autobús y el trauma que tal hecho provoca en dos niños y el vínculo que a raíz de ello establecen con el conductor, en una sala de cine,
mal atendida, situada en los bajos de una macrotienda de artículos musicales. Recuerda
que aquella vez, al igual que en esta ocasión, los surtidores de agua no funcionaban y por
ello no se pudo lavar las manos, que es la razón por la que ha entrado en el
lavabo de señoras tal y como explica a la mujer –asustada- a la que ha hecho
objeto de sus seguimientos.
Lo sorprendente es que también yo vi dicha película -duró muy poco en cartelera- y en la
misma sala a la que alude el protagonista del relato, la cual, por cierto,
estuvo casi vacía durante la proyección. Se hallaba en los bajos, en el sótano,
de la macrotienda que Virgin, la multinacional de artículos relacionados con la
música, tenía situado en pleno Times Square. La película –casi una experiencia emocional
más que un simple film- está rodada en blanco y negro, se titula Eureka y su
director es Shinji Aoyama. Dura 217 minutos. http://www.filmaffinity.com/es/film639522.html
Jamás había experimentado una forma más efectiva, más
inmediata y poderosa, amén de original, de introducirme en un relato.
El ángel Esmeralda está editado en España por Seix Barral
2 comentarios:
Seres humanos a merced de las circunstancias, influjo del medio, aislamiento, incomunicación, alienación son también los temas de esa excelente suite compuesta con palabras titulada "Contrapunto" y con la que DeLillo rindió homenaje a Monk, Gould o Bernhard. También ha sido hasta ahora (lo mío no son las novelas) la única lectura de DeLillo que he disfutado y más de una vez. Después de leer su reseña, he corrido a la biblioteca pública más próxima (la crisis azuza) a pedirme un ejemplar del "Ángel".
Vaya, pues no he leído "Contrapunto". Ni siquiera sabía de su existencia. Y es que lo mío es al revés. En los novelistas casi solo me fijo en sus novelas. Así es que me lo pongo en la lista.
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