martes, junio 16, 2015

Just Kids (Éramos unos niños), las memorias de Patti Smith

Just kids (Éramos unos niños), el celebrado libro escrito por Patti Smith –galardonado en Estados Unidos con el National Book Award-, publicado en nuestro país por Lumen, es la historia de una amistad y de un compromiso: el forjado por la autora y por Robert Mapplethorpe  a través de una relación sentimental –en sus orígenes- y de complicidad –en todo momento-  tras recalar ambos siendo “apenas unos niños” en el Nueva York de finales de los años sesenta donde coinciden y unen fuerzas en su propósito de abrirse camino y triunfar en el mundo del arte.  Una relación plena, aunque poco ortodoxa, en la que confluyen aspiraciones íntimas, vocacionales y profesionales.

El lector es así testigo del sin fin de penalidades que ambos protagonistas hubieron de padecer durante los años que vivieron instalados en la precariedad, superadas todas ellas gracias a la perseverancia, a la fijación de ambos en alcanzar su objetivo. En este sentido, Just Kids, a su manera, puede entenderse como una validación del sueño americano marrado, eso sí, por la tragedia de la enfermedad, del SIDA, que acabaría prematuramente con la vida de Mapplethorpe y de tantos otros destacados miembros de la bohemia artística. Tragedia narrada por Smith a modo de epílogo sin dramatismos ni sentimentalismos, como dejando claro que es el aspecto vital de la historia, de sus protagonistas, el que se impone.

Just Kids es también una historia sobre un tiempo y lugar: el Nueva York de finales de los años sesenta y principios de los setenta –la narración concluye con la publicación de Horses, el primer disco de Patti Smith, en 1975, mientras que la muerte de Mapplethorpe, ocurrida en 1989, compone el epílogo-, esa ciudad ya icónica del Hotel Chelsea, de Max’s Kansas City, del CBGB, de Coney Island y del Village pero también de sus difíciles inicios en anónimos barrios de Brooklyn, sin olvidar sus escapadas a París y a Francia bajo el influjo del poeta Arthur Rimbaud.

El libro puede asimismo ser leído como un prolijo “Quién es quién” del ambiente bohemio contracultural de la época. Y es que Smith, casi sin proponérselo –o al menos esa es la impresión que transmite-, a menudo arrastrada por Mapplethorpe, a quien representa impulsado por una enorme ambición, se las compone para establecer contacto con numerosas figuras de aquel ambiente, sean casuales y efímeros como en los casos de auténticos astros del momento: Janis Joplin o Jimi Hendrix, con quienes coincidió poco antes de su muerte, o más prolongados y sustanciales como lo fueron su experiencias con Jim Carroll o con Sam Shepard, con quienes mantuvo relaciones sentimentales, su amistad con Todd Rundgren o su alternar con la variopinta fauna asidua a la Factory de Andy Warhol o con residencia en el Hotel Chelsea.


En su evolución, desde su infancia en un condado perdido de New Jersey hasta su irrupción como figura del rock, tiene la narración de Patti Smith un marcado componente de novela de formación (bildungsroman),no exento de dramas personales como la entrega en adopción de su primer y temprano hijo, aunque centrado en su largo y difícil aprendizaje fruto de una constante búsqueda que le llevará a dar con su medio de expresión tras innumerable tanteos con las más diversas disciplinas artísticas: dibujo, decoración, estilismo, poesía y, por fin, la música como sostén natural para su escritura. El éxito viene así descrito como fruto, como consecuencia de una larga exploración personal y creativa alimentada y estimulada en colaboración y, a la vez, en contraposición a la de Robert Mapplethorpe, quien triunfaría a su vez en el campo de la fotografía.

La escritura de Just Kids, narrada desde la memoria, en sentido cronológico y en primera persona es por supuesto prosa pero bebe de la larga formación poética de Patti Smith, quien se revela como una escritora perspicaz dotada de una gran capacidad de síntesis. Predominan los párrafos breves, ágiles, que a menudo adquieren sentido a través de símbolos de los que se alimenta y que actúan como fetiches: objetos, fechas, encuentros, instantes que a Smith se le antojan envueltos en magia, que dotan de sentido a su trayectoria y, a la postre, le reafirman en el camino que ha escogido.

Hay en la actitud de Patti Smith y de Robert Mapplethorpe una espiritualidad, una mística que remite a la entrega al arte como una especie de fe, como si solo el culto a una religión pagana estuviera en condiciones  de suplantar el firme bagaje católico que caracterizó la infancia de Mapplethorpe y que marcaría su personalidad. Una devoción que se vería recompensada con el acceso de ambos al paraíso artístico aunque para él conllevara el precio del martirio.   

Esta reseña está también disponible en el número de verano de la revista digital de agitación cooltural agitadoras

2 comentarios:

Blue dijo...

Tengo una gran admiración por Patti Smith y es raro que algo que salga de ella no me guste. En este caso, si además es autobiográfico, todavía más interesante.
Seguro que eso que hubo entre los dos fue amistad de la buena.
Saludos.

Il Gatopando dijo...

Antes que con la música Patti Smith empezó con las palabras, con la poesía, y se nota. Escribe, sí, de amistad y de perseguir un sueño sin descanso, ése que solo ella y Robert ven.

Todo apunta a que sí, que lo disfrutarás.

Saludos