Aquella Nochebuena, coincidiendo con la
hora de la cena, uno de los principales canales de televisión emitía sin cesar
episodios de los dibujos animados ¨Los Simpson¨. Me pareció extraña, por no
decir desacertada, semejante decisión por parte de los responsables de programación
de la cadena. Aunque lejos de ser un entusiasta de la Navidad entendía que el
humor cínico y corrosivo de los Simpson chirriaba en una noche como aquella,
algo que no parecían compartir mis sobrinos quienes, sentados en un extremo de
la mesa, no despegaban sus miradas de la pantalla del televisor. Al observarles
pensaba en el contraste entre los dibujos animados que habían marcado nuestras
infancias. Me decía que a diferencia de nuestra generación, crecida con las
aventuras de Heidi, a ellos les había sido arrebatada de cuajo la ingenuidad,
la capacidad de ilusionarse, de soñar. Por ello, en lugar de reprocharles el
prestar tanta atención a Los Simpson y desentenderse del espíritu de la
Nochebuena, sentí lástima por aquellos niños que no parecían haber
experimentado la inocencia, la fantasía que, por propia experiencia, yo
asociaba a la infancia. No habíamos terminado la sopa de pescado cuando, al
parecer, Magdalena contrarió a mi hermano mayor al reafirmarse en su negativa a
firmar no sé qué documento y entre los adultos sentados en torno a la mesa se
deslizaron los primeros reproches, que pronto fueron duras acusaciones y ya se
había armado una tremenda bronca familiar. Impasibles, ajenos en apariencia a
cuanto acontecía a su alrededor, los niños se llevaban la cuchara a la boca con
gesto mecánico sin apartar un instante la vista del televisor. Aquella
Nochebuena aprendí unas cuantas cosas, entre ellas que me había hecho mayor.
3 comentarios:
Al menos los críos veían los Simpson, hoy no se despegarían del móvil. Por motivos personales, asocio más la Nochebuena a la soledad, la lectura, el callejear nómada o, incluso, la sala de espera de un hospital, que no a la atmósfera familiar, de la que no guardo recuerdo alguno (no así de la Nochevieja). Por supuesto, he tenido oportunidad de vivir escenas parecidas a la que relata, aunque nunca en casa de mis padres. y respecto a los dibujos animados, me chiflaban la Pantera Rosa, los Picapiedra o Vickie el Vikingo, y odiaba profundamente a Marco, a pesar de lo bien que me caía su mono. Un cordial y navideño saludo.
He subido el microrrelato a fin de participar en un concurso de literatura digital sobre la Navidad. Se me ocurría que, en la trifulca, uno de los hermanos se podía llamar Judas y el otro Jesús aunque a lo mejor es ya rizar el rizo.
En cuanto a dibujos animados, yo disfruté mucho con Los Autos Locos.
Le envío un cordial saludo y mi deseo de una feliz travesía en el año que ya asoma!
Pues le deseo la mayor de las suertes para el concurso y, por supuesto, una feliz y provechosa travesía en 2017.
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