viernes, mayo 21, 2021

West End, José Morella

 

Sabía del escritor José Morella por su condición de colaborador en  espacioluke, la revista digital de arte y cultura dirigida por Kepa Murua, escritor a su vez y durante un tiempo responsable de la editorial Bassarai en la que aquel publicó su primera novela -las cuatro que ha publicado hasta la fecha lo han sido en editoriales distintas-. Morella disponía siempre del espacio inicial en la revista, con un encabezamiento cortazariano, lo que me llamaba la atención dada mi condición también de colaborador de espacioluke.

Al empezar a leer West End, su última novela, editada en Siruela y galardonada con el Premio Café Gijón 2019, y encontrarme con un narrador que en primera persona y en tiempo presente se dispone a recuperar la figura de su desconcertante abuelo Nicomedes, haciendo al lector partícipe de sus indagaciones, confieso que sentí cierta pereza al venirme a la cabeza otras novelas leídas según esa fórmula autobiográfica si bien, en este caso, superada la flaqueza inicial gracias también a cierta ligereza en el tono que atenúa la gravedad de ciertos episodios que se narran y a la brevedad de los capítulos que la componen, la lectura no tardó en prender y en empezar a crecer.

Y es que las circunstancias de ese abuelo de carácter retraído hasta límites próximos al autismo, incapacitado para la vida normal y marginado incluso en su propia familia, sin perder en ningún momento su protagonismo pronto deviene una especie de médium del que se sirve Morella a fin de abrirnos los ojos a las vivencias de una serie de personajes propios de un tiempo y un lugar determinado: Ibiza vista a través de una humilde familia de origen andaluz que emigra a la isla en el tardofranquismo, coincidiendo con el inicio del boom turístico.

Además de en los usos y costumbres de sus propios parientes, Morella se detiene en una serie de personajes pintorescos representativos del momento: el cónsul británico que ha de hacer frente a la incesante problemática de sus compatriotas cuando llegan de vacaciones hasta que opta por arrojar la toalla, el médico local que ha de lidiar con los infinitos percances de esos mismos turistas y que actúa por libre o un inquietante extranjero defensor de la práctica de la trepanación. Es como si la novela desarrollara vasos capilares que iluminan al lector sobre el entorno al que llegó su familia y que sirven de contraste sin que se desequilibre la visión de conjunto.

El meollo de la historia, no obstante, es el abuelo del narrador, Nicomedes, y su desconcertante comportamiento o, lo que viene a ser lo mismo, la enfermedad mental y su desasosegante tratamiento en los tiempos del franquismo al llegar a fundirse con la brutal represión desencadenada por aquel régimen. Las pesquisas del narrador se nutren de sus propios recuerdos, de los testimonios de otros miembros de su familia y de sus indagaciones en libros e internet, todo ello filtrado por su propia intuicion y capacidad de deducción, salpicado de hallazgos e incluso de alguna que otra máxima de componente moral.

Tiene West End -el título de la novela es tomado del nombre con que popularmente se conoce a una zona de Ibiza- algo de ajuste de cuentas con la injusticia, sea a través de las duras condiciones a las que se vio sometido su abuelo, víctima de la época y de las circunstancias reflejadas en sus desoladores internamientos o en los efectos de la medicación en su comportamiento, de la siempre complicada comunicación familiar, o del comportamiento del propio nieto de Nicomedes quien, intimidado, le rehuyó en vida para resarcir su figura una vez adulto. No siendo esa su intención concluye que entender a su abuelo es la forma de comprender, además de una época, a su familia y a sí mismo.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo leeré,me ha gustado esa descripción o pequeño resumen .