"Y ahora sé, Sonia, que quien sea fuerte y firme de pensamiento y de espíritu tendrá poder sobre los hombres. Para ellos, el más decidido es el que se carga de razón. Aquel que más desprecia es el que dicta las leyes ; el más osado tiene más derechos que nadie. !Así ha sido siempre y siempre será así. !Hace falta estar ciego para no verlo!"
La cita, extraída de Crimen y castigo, sintetiza la visión de su protagonista, Raskólnikov, un joven universitario que ha dejado sus estudios, y vendría a ser la idea que sostiene la trama de la novela a raíz del asesinato de una anciana usurera que él mismo comete, convencido de que son hombres superiores quienes no reparan en las consecuencias de sus actos por viles que estos sean. Esta clase de hombres no solo acaban saliéndose con la suya sino que su carácter decidido y falta de escrúpulos a menudo les permite ejercer influencia sobre los demás, es la materia de la que están hechos muchos líderes. Su crimen, por tanto, vendría a constituir una prueba para su propia personalidad, a fin de determinar si él pertenece a esa clase de hombres, no en vano se desentiende de los objetos y el dinero robado a la usurera. Tras una trayectoria agónica y desquiciada a raíz del crimen, Raskólnikov, sucumbe y confiesa, al fin no ha conseguido pasar la prueba. Que ello sea un triunfo o un fracaso, queda a la interpretación del lector.
Es Crimen y castigo una novela provocadora, ambigua, llama la atención su extraordinaria vigencia en un momento como el actual, en el que líderes despiadados, que no solo prescinden abiertamente de cualquier principio moral sino que alardean de ello, son encumbrados por los electorados de sociedades consideradas como avanzadas. Personajes que parecen extraídos del molde mental que Raskólnikov ha expuesto en un artículo publicado en una revista y que a la postre trata de emular. Basta pensar en aquella controvertida declaración de Donald Trump en la que expresaba su convencimiento de que si él mismo asesinaba a alguien en la Quinta Avenida, la gente le seguiría votando igual.
Las circunstancias del protagonista de la novela se complican tan pronto comprende que su teoría encuentra una difícil plasmación en la práctica debido, en primer lugar, a la irrupción inesperada de la hermana de la usurera en el momento del asesinato, lo que le cuesta también la vida y, a continuación, por la influencia que su entorno ejerce sobre él da igual los esfuerzos que haga por zafarse de su madre, de su hermana, de su amigo Razumijin. Es Raskólnikov un personaje desconcertante, contradictorio, excesivo, siempre al límite a raíz de su crimen. Será en última instancia una mujer a la que conoce de forma imprevista, a quien ama en la medida de que alguien como él es capaz de querer a alguien, quien rescata en el asesino ese componente humano que él ha buscado aplacar, no en vano es a ella a quien acaba por confesar su crimen.
El entorno de Raskólnikov ofrece un microcosmos de la sociedad en San Petersburgo en la segunda mitad del siglo XIX, haciendo hincapié en los estratos más humildes, en sus ambientes y condiciones más desesperadas y miserables, sin renunciar a los contrastes con capas más acomodadas, ofreciendo una perspectiva sobre la mentalidad, las relaciones de género así como sobre ciertos debates en boga en aquel entonces.
La grandeza de Crimen y castigo reside en su ambigüedad y profundidad, en el sentido de que Dostoievski evita aleccionar, en ningún momento parece decantarse por la opción ideal, si acaso aguarda hasta el epílogo para hacer una mínima concesión, dando al lector un rico contexto y libertad para que reflexione acerca de la relación entre el poder y la moral.