Recuerdo que hace veinte años nos las prometíamos felices ante la inminente puesta en marcha de nuevos canales de televisión que ampliarían la oferta limitada hasta entonces al primer canal de Televisión Española y al segundo, también conocido como UHF. Con la perspectiva del tiempo, hoy sabemos que la puesta en marcha de los canales privados de televisión trajo consigo un desplome en la calidad de los contenidos que se nos ofrecen a través de la pequeña pantalla. Ahora que tanto se discute respecto a la concesión que el gobierno prepara a fin de aprobar más canales, nadie parece reparar en el impacto que las televisiones privadas han tenido durante todo este tiempo. Los interesados parecen felicitarse ante la mayor pluralidad que sin duda las nuevas cadenas traerán consigo (felicitación reservada a que el canal por el que pujan obtenga finalmente una licencia), pero no parecen reparar demasiado en los intereses y necesidades de la sociedad. A nadie se le escapa que todas esas acusaciones que estos días se lanzan los directivos de los grandes emporios de la comunicación no obedecen más que una descarnada pugna por el poder. Insisto, en la actual coyuntura me pregunto quién o quiénes son los encargados de velar por los intereses de la sociedad en su conjunto, la gran afectada por el plan que se está cociendo pero que no parece tener arte ni parte en la manera de ser guisado. Otra pregunta que me hago es cómo piensan llenar la programación los cuatro o cinco nuevos canales que se nos avecinan. España es un país demasiado pequeño para contar con diez canales abiertos de televisión. Tal y como están las cosas ahora mismo es difícil no sentir hastío de ver a los mismos personajes rotando por los distintos canales a fin de llenar las incontables horas de programación que suman entre todos. Para acabar, una pregunta: ¿Quién será la máxima beneficiaria de todo este tinglado?... La respuesta a la vuelta de la publicidad.
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