Pues no, el auténtico via crucis comenzó cuando decidimos dejar de domiciliar los pagos en el banco para encargarnos de hacerlos nosotros cada mes. Dentro de la visión de que nuestro poder reside en nuestra capacidad como consumidores, y ante la burla a la que nos vemos sometidos por parte de las entidades financieras con la cooperación necesaria del gobierno de turno, decidimos llegado el momento de reducir nuestra dependencia, o al menos de revisar ciertos automatismos, respecto de los bancos. Además, al pagar nosotros la cuenta cada mes tomábamos mayor conciencia de nuestros hábitos de consumo de electricidad.
Pero he aquí que fue comunicárselo a Iberdrola y dejar de recibir las facturas cada mes en nuestro buzón, no importa cuántas llamadas hayamos hecho –y son muchas- desde entonces a fin de notificarles dicha circunstancia. Algo sorprendente ya que hasta entonces cada mes habíamos recibido la factura con puntualidad británica. Claro que eso no es nada comparado con las trabas que nos hemos encontrado a la hora de hacer efectivo el pago en el banco: procedimientos de una complejidad endiablada en el cajero automático previa notificación por teléfono de un sin fin de claves y números de referencia por parte de la compañía, horas restringidas para hacer efectivo el pago en ventanilla –únicamente martes y jueves entre las nueve y las diez de la mañana, esto es dos horas a la semana-, la antipatía o desidia de muchos empleados bancarios a quienes parece molestar sobremanera que no domicilies las facturas y, por tanto, numerosos viajes en balde de aquí para allá con la consiguiente frustración y las inevitables llamadas al teléfono del cliente de Iberdrola –un 902, cómo no, al que has de llamar incluso si lo que quieres es darles la lectura del contador para que te cobren el consumo real en lugar del estimado, esto es te cobran hasta por hacerles su trabajo-.
A estas alturas no tenemos ninguna duda de que a Iberdrola –y a los bancos- les fastidia muchísimo que decidas dejar de domiciliar los recibos para pagarlos tú personalmente –no es que quiera dar ideas- y procuran hacerte la vida imposible a fin de que cambies de opinión. En nuestro caso, al menos por el momento, están consiguiendo justo lo contrario.
Para terminar, adjunto el enlace a la web de un ingeniero industrial jubilado: estafalaluz, al que Endesa denunció –el juez ha desestimado recientemente la denuncia- por hacer pública una estafa generalizada a los usuarios/as por parte de dicha compañía eléctrica-. En la web se explica en qué consiste dicha estafa y se ayuda a los estafados a efectuar las reclamaciones oportunas. Desde luego, más gente así es lo que este país necesita. La prueba es que van a por ellos sin contemplaciones –la compañía basó su denuncia en que había calificado de “corsarios” a sus directivos-.
¡Empoderamiento ciudadano, ya!
3 comentarios:
¡chapeau!...No desistas, porque no pueden ganar. Con Endesa, en Andalucía, ocurre lo mismo. Un caso muy parecido podría contarte.
Me uno a tu grito:
EL poder para los ciudadanos.
Cordial saludo.
Pd.: excelente forma de relatar una realidad.
Bien hecho.
Y te aplaudo en la decisión, pero después del via crucis que relatas no quedan ganas de hacer lo mismo.
;-)
Saludos.
Pero es que si no empezamos a dar esos pequeños pasos...¿Por dónde estallaremos? Miedo me dá.
Menos mal que aquí no tenemos a la NRA, y permisividad en la posesión de armas. Mira por donde, ahí Franco -sin ser ese su propósito- nos dejó un buen ´legado´.
Con la Banca y las Eléctricas hemos topado, escarben por ahí y saldrán los políticos...
¡Del Rey Abajo... Todos Pringaos!
Título de la película: El Derrumbamiento.
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