Concebida y escrita antes de la actual crisis, en Materia prima se trasluce ya su caldo de cultivo: las carencias (el joven que prioriza el trabajo en la obra sobre los estudios), la falta de escrúpulos (la globalización como coartada para deslocalizar la producción en busca de sueldos siempre más bajos y mayores beneficios despreciando la experiencia adquirida y los intereses patrios), el individualismo rampante (la competitividad despiadada entre compañeros de trabajo de cuello blanco), la ausencia de solidaridad (los trabajadores despedidos en la factoría son rápidamente olvidados por los afortunados que conservan sus puestos de trabajo); factores todo ellos que a la postre lastrarían la supuesta etapa de abundancia y que acabaría por desembocar en la actual hemorragia.
Además de situarnos ante el espejo, de recordarnos que en absoluto somos tan guapos como un día quisimos pensar, en última instancia Materia prima nos confronta con las exigencias por la supervivencia, esto es por aspirar a una vida digna, en un mundo cada vez más deshumanizado. Una aspiración básica, simple en apariencia, que sin embargo, día a día, adquiere tintes cada vez más épicos.
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