Me comentaba una vez un amigo que había intentado montar una pequeña empresa familiar, que había tenido que dejarlo porque, por convicción personal, había respetado escrupulosamente todos los pasos legales, tasas e impuestos, y el resultado final de su actividad fue aquello de lo comido por lo bebido. Es una de tantas contradicciones de un país en que los gobiernos se llenan la boca de presuntas medidas que favorecen la actividad empresarial cuando en realidad lo único que les preocupa es mantener los privilegios de las grandes fortunas y la explotación del trabajador.
No hay más que ver la tortura a la que se les somete a los autónomos. Tampoco se simplifican las trabas administrativas para la creación de empresas, entre las más abundantes y dificultosas del mundo desarrollado.
No hay más plan que la propia inercia, esperar a que el contexto internacional tire de España y volvamos a una versión desmejorada de lo que teníamos antes.
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Me comentaba una vez un amigo que había intentado montar una pequeña empresa familiar, que había tenido que dejarlo porque, por convicción personal, había respetado escrupulosamente todos los pasos legales, tasas e impuestos, y el resultado final de su actividad fue aquello de lo comido por lo bebido. Es una de tantas contradicciones de un país en que los gobiernos se llenan la boca de presuntas medidas que favorecen la actividad empresarial cuando en realidad lo único que les preocupa es mantener los privilegios de las grandes fortunas y la explotación del trabajador.
No hay más que ver la tortura a la que se les somete a los autónomos. Tampoco se simplifican las trabas administrativas para la creación de empresas, entre las más abundantes y dificultosas del mundo desarrollado.
No hay más plan que la propia inercia, esperar a que el contexto internacional tire de España y volvamos a una versión desmejorada de lo que teníamos antes.
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