Estos días emergen detalles acerca de pasadas operaciones financieras fraudulentas en las que se pudo ver envuelto el presidente del BBVA, Francisco González, sucesor de Emilio Ybarra, quien en su momento fue empujado de la dirección del mismo banco tras conocerse detalles de operaciones financieras fraudulentas en las que se vio también envuelto. Por otro lado, dentro de muy pocos días comienza el juicio contra Emilio Botín, presidente del Banco Santander, a raíz de que se viera salpicado en una serie de operaciones financieras fraudulentas cometidas por el banco que dirige. Sin duda la sombra de Mario Conde en este país es alargada. Sin entrar a debatir las razones por las que salen a la luz las irregularidades que afectan a nuestros grandes banqueros, a estas alturas el español medio no tiene más remedio que pensar que todos y cada uno de esos señores tan poderosos tienen la caja fuerte llena de esqueletos, o de actividades corruptas si se prefiere llamarlas por su nombre. El impacto que éstas tendrán en sus carreras parece depender exclusivamente de si acaban saliendo a la luz pública y, en tal caso, de la mayor o menor habilidad por parte de los afectados para capearlas. Es muy posible que todo esto resulte muy obvio a estas alturas, pero en tal caso merece la pena reflexionar, aunque sólo sea un momento, en el grado de cinismo, en el deterioro de las pautas de convivencia, que nos obligan a asumir los comportamientos de esas personas tan influyentes.
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