A pesar de las mareas informativas que se suceden sin descanso, aún está relativamente fresco en la memoria el conflicto que se desató a raíz de las irregularidades detectadas en las recientes elecciones ucranias que favorecieron al candidato pro-ruso, Yanukovich, en perjuicio del candidato pro-occidental, Yushenko. La reacción occidental no se hizo esperar en forma de presiones encaminadas a repetir las elecciones bajo una estricta supervisión internacional, lo que tras arduas negociaciones se consiguió favoreciendo en esta ocasión los resultados al candidato predilecto de Occidente, Yushenko. Una vez resuelto el entuerto ucraniano, en pocas semanas el foco de atención se desplazó a Palestina, una vez les llegó el turno a las elecciones destinadas a proclamar al sucesor de Yassir Arafat. Al igual que sucedió en Ucrania, los observadores encargados de vigilar la consulta en los territorios ocupados detectaron importantes irregularidades encaminadas a aumentar la participación, lo que, según todos coincidían, redundaba en beneficio del candidato favorito, Abu Mazen. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedió con los comicios ucranios en esta ocasión los medios y líderes occidentales han optado por minimizar el impacto de dichas irregularidades dando por buenos unos resultados que, pasados unos días desde su celebración, los propios organizadores de la consulta electoral se han mostrado incapaces de precisar. Huelga decir que el candidato que ha resultado vencedor en las elecciones palestinas es el favorito de Occidente, incluido también Israel.
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