Hace pocos días culminó la sexta edición del concurso Gran Hermano. Resulta difícil no enterarse incluso a quienes no seguimos el programa. Haciendo zapping me topo de cuando en cuando en la pantalla con Mercedes Milá, por lo general entrevistando a algún concursante. Me resulta entonces imposible no acordarme de la estupenda entrevista que la misma presentadora efectuó hace ahora más de veinte años al escritor Julio Cortázar en el programa de televisión que ella presentaba por entonces. La anécdota me sirve para constatar no ya cómo ha cambiado Mercedes Milá, sino también cómo ha cambiado la televisión. Me pregunto qué sentirá la Señora Milá, si será consciente de la mutación que ha sufrido, si de tarde en tarde le sobrevendrá un pequeño ataque de asco quizás al levantarse de la cama por la mañana o de camino al plató de la televisión. Pero a lo mejor resulta que los desvaríos y descalificaciones de los seres zafios que concursan en Gran Hermano son hoy el equivalente televisivo de lo que un día no tan lejano fueron los juicios y reflexiones de un escritor-artista consagrado. A lo mejor resulta entonces que la que ha cambiado no es Mercedes Milá, sino yo mismo al no haber sabido o no haber querido evolucionar.
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